sábado, 24 de octubre de 2015

Un genio en mi taza


Si no fuera por lo que tiene de contradictorio, diría que he presenciado un milagro: el rostro de Nikola Tesla se me apareció una buena mañana en la taza del café. Ni en eso fue convencional: prefirió este formato más innovador al de la vulgar y socorrida tostada.
Las tostadas, pa Jesús. Tesla juega en otra liga.

En un primer momento tuve mis dudas. ¿Epifanía o pareidolia? Da igual: ya he proclamado el milagro. Ahora solo espero convertir la cocina en santuario y la taza en objeto sagrado, para que los devotos de Tesla acudan en peregrinación.
Pero no me engaño: sé que las masas necias seguirán prefiriendo viajar en rebaño a los sitios de siempre: Jerusalén, Lourdes y La Meca, aunque mueran en estampidas o les aplasten las grúas (¿era este al final el lenguaje perdido de las grúas, antimahometano?).
Como diría Tesla, cuando se cree en lo irracional, uno se comporta también de modo irracional. Y hasta te mereces lo que te pase, por borrega.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Hippy hippy shake


A baile del verano ya llega tarde, aunque esto más bien va de hacer una reparación histórica. 
Con los hippies. 
Porque se lo merecen y porque ya era hora. Son los grandes despreciados, los aborrecidos, los apestados. O apestosos, para quien piense de ellos que no fueron sino los primeros perroflautas. Normal: todavía existe mucho prejuicio contra ellos. 

Antes, hace años, el prejuicio era tamaño Godzilla y yo mismo me dejé atrapar: en su día los detestaba a muerte. Me parecían desfasados, ñoños y ridículos. Me daban el mismo yuyu que los tunos. Y no solo a mí: la consigna entonces era matar hippies en las Cíes
Una consigna muy punk, muy de romper con el pasado, es decir, la década anterior, que tampoco había que irse más lejos. 
Por eso, cuando era tinajero y bailaba sin salir de casa aquella canción de Yazoo, Goodbye 70's, mi único deseo era perder a los hippies de vista. Me daban casi tanto asco como las cucarachas.



Pero uno evoluciona, menos mal, y un día se da cuenta de lo equivocado que estaba. De lo mal que los hemos juzgado. De que no se merecen tanto descrédito. Les debemos mucho a los hippies. Nuestra vida actual casi no se entendería sin ellos y su legado. 
Todos venimos de los hippies, no solo los hermanos Phoenix, Winona Ryder o Keanu Reeves. Por eso hay que reivindicarlos. Los hippies son nuestros padres espirituales en tantas cosas que parece mentira que los sigamos despreciando como zarrapastrosos de pies descalzos, pelo largo, abalorios hopi y olor a pachuli.

La herencia hippy es demasiado importante como para menospreciarla. Hemos sido muy injustos con ellos. Les debemos demasiadas cosas. Cosas hoy más que normalizadas o asumidas, como el hecho de que practiques yoga, prefieras la medicina alternativa o coquetees con el budismo o la religión wicca
Esto se lo debes a ellos, como también les debes la misma palabra hipster, el 'No a la guerra', Ibiza, el look étnico, el atrapasueños, la ropa unisex y el primer verano del amor. O el que puedas proclamarte vegano acérrimo, ya que tu causa la iniciaron ellos, los primeros cruzados del vegetarianismo. 



Las nuevas colonias rurales autogestionadas y ecológicas se inspiran en aquellas comunas jipis de California y Nuevo México, como también fueron los hippies los que abrieron brecha en la cada vez mayor tolerancia social hacia el uso de la marihuana. Ellos fueron los primeros apóstoles de la sagrada yerba, los primeros que se jugaron el tipo por ir por las calles de Frisco fumando un petardo trompetero canturreando pastosamente a Bob Marley.

Con los hippies las drogas dejaban de ser tabú: experimentaban con ellas, buscaban expandir la mente, tener experiencias místicas; fueron los primeros narconautas. 
De ahí derivó toda esa filosofía del buen rollo, el peace and love que luego la cultura rave completó con unity and respect, pero el sentimiento de comunión casi tribal es el mismo: en unos bajo la cúpula de la música electrónica y las drogas de diseño; en otros, los pioneros, experimentando por primera vez y sin tapujos con las drogas sicodélicas mientras escuchaban acordes de sitar. 



Un sitar que, desde entonces, no ha dejado de sonar en la música pop. Es la huella imborrable de los hippies, como también lo es comprarse la ropa en tiendas de segunda mano: algo que también empezaron a hacer ellos, movidos por su rechazo visceral al consumismo.
Todos ellos nuevos estilos de vida que los hippies adoptaron, hoy de lo más mainstream -peor aún, reducidos a postureo- pero en su momento de lo más trasgresores y alternativos. Y a lo mejor es retorcer las conexiones, pero que hoy exista una forma de tomarse el sexo sin tabús, el hecho de que puedas entrar en Grindr o Tinder y ponerte las botas, se lo debes a ellos y su revolución del amor libre. Que vino acompañada de la liberación sexual de mujeres y homosexuales.

Casi nada. No es de extrañar que los conservadores lleven desde entonces como perros rabiosos: los hippies les desmoronaron el mundo, tal y como lo habían conocido hasta entonces. Los hippies cuestionaron por primera vez el patriarcado, el sistema, la autoridad. 
Reducir el fenómeno hippie a estampados de flores, cintas en el pelo y Mamas & The Papas es hacer de él una caricatura intencionada.
Como ha quedado demostrado en este post, los hippies fueron mucho más que todo eso.
Los hippies, sobre todo, nos trajeron libertad.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Enjambre

Ese era el título de una subproducción de terror animal de los años 70, en la estela de Tiburón, Piraña y Orca, la ballena asesina.








Es también la palabra que David Cameron usó para describir las oleadas de inmigrantes que se arremolinan en Calais, acechando para dar el salto a las islas británicas.

Quizá David Cameron prefiriera en ellos un comportamiento de lemmings más que de marabunta fuera de control, para que así se precipitaran todos al mar y murieran ahogados.







Pero son seres humanos desesperados que huyen de la guerra y la tragedia, y cuando luchan por una vida mejor y más tranquila no son precisamente suicidas sino obcecados.
Lo importante, que era crear alarma, lo consiguió: normal que si te refieres a los inmigrantes como 'enjambre', las buenas gentes de criterio simple de tu país visualicen una especie de plaga bíblica de langostas y no les llegue la camisa al cuerpo.














A tenor de esto, en comentarios del FB de ciudadanos británicos leí barbaridades como que lo mejor sería tapiar, anegar o volar el Eurotúnel, que en mala hora lo construyeron.
Los británicos nunca cambiarán: son incorregibles en su insularidad mal entendida.

Pero es que como decía precisamente un poeta inglés, John Donne, nadie es una isla. También decía aquello de no preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti. Para este poeta isabelino, la humanidad forma una unidad espiritual y uno de sus individuos se resiente si le ocurre algo a otro. Es como un macroorganismo.

































Lo puedes ver también así: todos formamos parte de una gran familia, que para eso descendemos todos de la misma mona. Esto está científicamente demostrado: la humanidad tiene una madre común y por esta razón, ese sirio o subsahariano que ves en las noticias es un primo tuyo. Lejano, pero primo.
Tú ríete, pero esa es la razón de ser de una de las tres patas del lema republicano: la fraternidad. Los cristianos también la predican; otra cosa son los demócratacristianos: rosario y realpolitik no se llevan muy bien.

Cristiano o no, hay que tener el corazón muy duro para que no te afecten profundamente esas fotos de niños ahogados. Algunos parece que no va con ellos, como si las víctimas pertenecieran a una especie diferente. Luego lo mismo son de los que corren a adoptar un perro, que también está muy bien, pero ahora mismo la prioridad es otra. Hay que recuperar el concepto antiguo y hermoso de fraternidad.  Basta con un poco de empatía, coño, que tampoco es tan difícil: ponte en su lugar. Te ves envuelto en un país en llamas, en el que tu vida y la de los tuyos peligra a diario, y habrías hecho lo mismo que ellos: escapar.

Es lo que están haciendo: huír en masa del infierno que dejan atrás. Ahora mismo, el continente europeo visto desde arriba debe parecer la toma aérea de un documental sobre la gran migración de las cebras y los ñúes en África. Los refugiados galopan sin freno hacia un futuro mejor, atravesando Europa en estampida.

El fenómeno está provocando una reacción previsible: el auge de la extrema derecha y la xenofobia en Europa. Pero también otra imprevisible: en la misma Alemania donde han atacado centros de refugiados, hay otros ciudadanos que reciben a los refugiados con calidez y hasta los acogen en sus casas.
Ante la parálisis y la insuficiente acción de su gobierno, han decidido tomar una iniciativa que está revolucionando a la Europa con conciencia.
El suyo no ha sido un gesto extraordinario.
Han tenido simplemente 'humanidad'.

A veces es un trabajo, más que sucio, comprometido, pero alguien tiene que hacerlo.
Total, ¿no alquilas parte de tu casa vía Airbnb? Pues esto viene a ser lo mismo pero por una causa humanitaria. No te sacarás un dinerillo extra pero después de la gratificante experiencia te quedarás como el Borbón campechano, lleno de orgullo y satisfacción.

Europa ha recuperado parte de su dignidad poniendo la fraternidad en acción. La iniciativa de un puñado de alemanes ya está prendiendo en el resto del continente, un movimiento de solidaridad que se extiende imparable, lo que debe tener a Marine Le Pen pasmada porque la gente común parece que sí, que está dispuesta a acoger a un desconocido que viene de lejos en su casa.
A ver qué reproche le hace la próxima vez que toquen el tema a Ana Pastor.


martes, 11 de agosto de 2015

Contra-entrada














O post contra-puesto al anterior, por aquello de equilibrar las cosas y del mismo modo que hubo una contra-cultura en los 60 y una contra-guerrilla nicaragüense. Que sirva de perfecto contra-punto al dedicado a Satanás.
Me parece lo justo, que los cristianos tengan derecho de réplica, que aporten su punto de vista siguiendo la regla de oro de la imparcialidad. Además, los opuestos solo tienen sentido si los enfrentas: el uno sin el otro no son nada; se necesitan. Y si algo mueve el mundo es la tensión entre contrarios.

Al igual que en el buen periodismo, hay que procurar mostrar siempre opiniones contrastadas sobre la misma noticia, para que el televidente o lector se forme su propia idea a partir de unas y otras.
Los adoradores del diablo tuvieron su espacio, nobleza obliga a concedérselo al equipo contrario. Y que ustedes decidan.

Por eso incluyo aquí, para contrarrestar el mensaje diabólico del post anterior, este Evangelical Parade, esta Gran Marcha Adelante de los Soldados de Cristo que sorprendí en la calle con un objetivo doble: hacer proselitismo y recordarnos a todos que Jesús es nuestro salvador.
En el fondo los admiro. Desfilan a contra-corriente de un mundo cada vez más descreído y escéptico. Hay que reconocer que tienen más moral que el Alcoyano.
Nadie les puede reprochar su falta de coraje, que no estén presentando batalla en una guerra que no sé yo si tienen perdida.
Estos cruzados del amigo imaginario son unos valientes y yo, que sé reconocer el valor y apreciarlo como se merece, por una vez bajé mis defensas, aparqué mi aprensión y dejé que los niños se acercaran a mí, aunque fuera de captación para una de sus sectas.

domingo, 2 de agosto de 2015

Don Diablo se ha escapado













Y tú no sabes la que ha armado en Detroit. Sí, la mítica Detroit, la Motor City que fue en su día de las ciudades más prósperas de Estados Unidos, caldo de cultivo de importantes subculturas negras que emergieron de sus guetos para el mundo -el sello Motown o el oscuro, hipnótico sonido techno para las pistas de baile-.

La misma ciudad que ha caído en una decadencia comparable al escenario después de un holocausto nuclear. O la expansión de un virus mortal. Así que para empezar, la decisión no extraña: Detroit le ha erigido una estatua al diablo porque el que lo ha perdido todo ya no tiene nada que perder. Y se encomienda a quien sea.


Detroit se ha convertido en una ciudad fantasma, y los fantasmas se asocian a las tinieblas. Levantarle un monumento a su príncipe lo veo como muy coherente.Los cristianos de allí, obviamente, han puesto el grito en el cielo. No, mejor: se han rasgado las vestiduras y se han arrojado cenizas encima, que así les pega más, en modo psicodrama bíblico.


De momento no les ha servido de nada: la estatua se queda. Un amigo mío subió la noticia a Facebook y alguien en su muro dejó este post: 'Madrid ya tenía monumento al diablo, la estatua del Ángel Caído, en el Retiro.' Cierto, pero la de Madrid es una visión romántica del demonio y con el nihil obstat de los obispos. En la España catoliquísima no se le podía representar triunfante sino abatido, dentro de la ortodoxia.

El Ángel Caído del Retiro es un diablo derrotado, un bello cadáver político, víctima de sí mismo, de su insolencia y su soberbia. Por eso se precipita al abismo, con una serpiente enredada en su cuerpo. Es un Satán vencido. Un Satán humillado.













El Satán de Detroit, en cambio, es un dios majestuoso que irradia divinidad y se presenta con todos sus atributos. Es un Lucifer reivindicado en toda su plenitud. Un deslumbrante Portador de la Luz -que es lo que significa su nombre, Lucifer-. No podía sentarse en el trono con más tronío.

A propósito, quisiera señalar dos cosas curiosas en él: el gesto de su brazo derecho en la iconografía clásica es el de un maestro, alguien que enseña, que imparte doctrina. Y lo hace ante dos niños atentos a sus pies, ávidos por aprender; el otro detalle llamativo. La presencia de las tiernas e inocentes criaturas puede resultar chocante, pero quédese usted tranquila, señora, que los niños con Baphomet están más seguros que con su tío el cura.

martes, 28 de julio de 2015

Endulzando a Nietzsche


Lo que se agradece, porque puede llegar a ser muy amargo.

domingo, 28 de junio de 2015

Con Grecia




Los griegos fueron un pueblo de imaginación desbordante. Veían osos, leones, cisnes, gigantes, toros, escorpiones, donde nosotros vemos estrellas. Para los griegos los dioses eran como ellos, con los mismos vicios y virtudes, solo que inmortales y más poderosos. Gracias a ellos me puedo llamar cínico patológico. Y si tú eres un neurótico hipocondríaco que necesita terapia y tratamiento psicológico, que sepas que se lo debes todo a ellos. Respeto.