Ante mí se despliega el mismo paisaje de siempre. Tan familiar. Tan deprimente. Tan sórdido.
Edificios feos, impersonales, colmenas humanas. Una atmósfera sucia y plomiza. Ulular y destellos de sirenas: antidisturbios, ambulancias, lo de siempre.
Helicópteros de la policía sobrevolando aquí y allá, rastreando la trama urbana con unos reflectores fantasmales que cortan con facilidad el aire espeso y tenebroso.
La ciudad se despereza con la música de un depósito de chatarra. Y por todas partes, pintadas de resistencia.
Buenos días, Neomadrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario