viernes, 18 de abril de 2025

Esta tienda brutalista en Melilla es pura maravilla





La fachada de esta tienda en Melilla (no sé si sigue: yo estuve en 2019) me recuerda al papel pintado de la época, a las boutiques de moda y trapitos que brotaron por todas partes, con planchas antiguas y gramófonos decimonónicos en los escaparates, a la tienda de discos de "1, 2, 3, al escondite inglés", a los logos de Esta noche, fiesta (o Directísimo), al bigote de José Mª Íñigo (y al de Tom Selleck y al de los Village People), a las patillas de hacha, al Florida Park original, a los especiales fin de año de la época, con los zooms de Valerio Lazarov y el ballet Zoom, a Fórmula V, a Fernando EstesoLa Charanga del Tío Honorio, a las solapas de pico de pato y los plataformones, al rascacielos Windsor, a las salas de fiestas Scala, a los hippies, la furgoneta Volkswagen y el auto-stop (práctica un poco temeraria que se ha sustituido por el Blablacar, también un poco temerario), a Jesucristo Superstar y a Hair, a los pantalones de campana, las blusas con chorreras y los kaftanes, a Demis Roussos, a México 68, a a Munich 72, a Montreal 76, al diseño Space Age, a los televisores Sputnik, a los (primeros) degradados en diseño gráfico, a la trenka con botones de hueso, a los petos vaqueros y a los vestidos de nido de abeja, al primer Miguel Bosé y a Boney M, al pelopaje (o pelo tazón), a Barbarella y Espacio 1999... A tantas cosas.

Todavía recuerdo aquel número especial de The Face en los 80, "The 70s: the decade that taste forgot".

En su día nos pareció lo más y vídeos como los de S-Express (y sus pintas), un guiño gracioso. Y aunque sin duda hay aspectos hilarantes, ahora esta década, su diseño y su estilo, no deja de reivindicarse.

Lo que son las cosas.

lunes, 14 de abril de 2025

Tipografías de Melilla

Lo tengo dicho: si buscas tipografías auténticas, genuinas, que se conservan tal cual, para las que no parece pasar el tiempo, vete a pueblos grandes y ciudades pequeñas, esas que están congeladas en el tiempo. 

Las ciudades grandes son demasiado dinámicas y los cambios a veces, de tan acelerados, producen vértigo y, engullidos por este ritmo loco, apenas quedan comercios y bares "de toda la vida". 













Un buen ejemplo es Melilla, pequeño enclave español en el norte de África. Hasta hace pocos años, cuando la mili era obligatoria, el ambiente característico se lo daban los mozos que llegaban cada año: de hecho, hay un monumento en el puerto dedicado al soldado de reemplazo, que antes animaba el cotarro con su multitudinaria presencia, dando vidilla al comercio local y llenando cines, bares y cafeterías (con ellos florecieron las tiendas de revelado -aún quedan algunas, testigos de otra época- donde los pelusas se hacían fotos con el uniforme de bonito o de paseo para mandárselo a la familia o a la novia). . 

Hace poco leí (o vi en un video de youtube, más probable en esta era audiovisual) que el turismo masivo o de masas comenzó en París con la ocupación alemana: los militares nazis inundaron la ciudad con sus cámaras de fotos, retratando todos sus monumentos. También mandaron a los soldados de permiso para que se despejaran de tanto combate o cuando les herían en el frente. La capital francesa se llenó de uniformes alemanes. Hasta Coco Chanel se echó uno de estos oficiales nazis como amante. 











Pues bien, con Melilla pasó un poco lo mismo, salvando las distancias: antaño recibían un turismo de reclutas, que se renovaba cada año. Eran los que se veían obligados a hacer el servicio militar allí, que no dejaba de ser una faena, y solo aprendían a escaquearse y fumar porros, ambas cosas muy edificantes.

Pero eso se acabó, forma parte del pasado, y la ciudad como que ha perdido su razón de ser, con sus otrora ubicuos cuarteles abandonados, demolidos o en ruinas, con un ejército ya no tan omnipresente como antes, ahora profesional y mucho más reducido. 

Actualmente Melilla está tratando de reinventarse ofreciendo su patrimonio de edificios art nouveau y art déco (es, después de BCN, la ciudad que tiene más edificios de estilo modernista de España lo que se debe, irónicamente, a un arquitecto catalán emigrado allí).

Lo malo es que no es un sitio neutral, limpio, que se pueda reciclar fácilmente. Tiene su leyenda negra, más oscuros que claros: demasiadas connotaciones negativas, un historial dudoso y recuerdos antipáticos. No va a ser tarea fácil desprenderlo de todo ello pero, desde luego, potencial tiene.


















miércoles, 19 de marzo de 2025

Brutalismo residencial en ciudad satélite cheta









La ciudad cheta (o fresa) en cuestión es Majadahonda, y forma parte de la constelación noroeste en torno a Madrid de localidades de alto standing y superayusers compuesta por Aravaca-Pozuelo-Boadilla-Majadahonda-Las Rozas.

El conjunto residencial se llama Casas Blancas y está en la Avda. de Bodilla, nº 46 a 66.







Estas fotos son de un/a tal F. S.
Las de arriba, antes del bloque de texto, son propias.