sábado, 20 de enero de 2018

Dossier 'doodles de Google'

Son una sorpresa diaria, a veces una alegría. 
Son curiosos, interesantes, divertidos. A veces dinámicos, casi siempre estáticos. A veces interactivos, siempre pedagógicos. Son como el libro gordo de Petete: enseñan y entretienen.
Hasta la fecha han publicado más de 2 mil. Aquí hay una selección de los mejores de ellos.
Los doodles -por si alguien todavía no lo sabe- son los cambios en el logotipo de Google con los que conmemoran acontecimientos varios y, sobre todo, la vida de personalidades ilustres del arte, el pensamiento y la ciencia.



Sobre ellos, este tipo mantiene una teoría harto curiosa: cree que Google tiene la certeza de que hay vida más allá de la muerte. Si os fijáis, al pinchar el doodle y aparecer la pestaña que aclara quién es el personaje homenajeado, jamás celebran la efemérides del fallecimiento: siempre hablan de su 180 o 160 cumpleaños.
Como si todas esas personas siguieran vivas.
En alguna parte.

Es posible que Google haya accedido al secreto de la vida eterna, como también quiere acceder al de la eterna juventud con su programa Calico
En realidad no hay secreto que se le escape. Lo sabe todo de ti, de mí, de nosotros. Nos conoce como si nos hubiera parido, que para eso nos monitoriza todo el día. Resulta intimidante. A veces, también, reconfortante: en mi último cumpleaños, el único que me felicitó fue Google.


El caso es que, a lo tonto, casi sin notarlo, Google está derivando en algo tentacular y omnisciente que no sé muy bien hacia dónde nos lleva. Hay señales, eso sí: los doodles. Son los heraldos diarios de ese mundo nuevo con un nuevo evangelio, laico, racional y humanista. En la compañía aseguran que en los doodles pretenden reflejar ‘el espíritu innovador de la compañía.’

Será por eso que no son simples fantasías animadas de ayer y hoy: detrás hay toda una agenda. Un mensaje. Y es universal. Los doodles de Google, con su santoral racionalista diario, han venido a sustituir al caduco santoral católico o luterano. 
En los doodles de Google, con su amplia galería de figuras científicas, la ciencia prevalece. Es reina, es soberana, es heroína. Es Dios.


Como que me extraña que la iglesia católica, que con la fiesta de Halloween sí ha contraatacado con su propia versión, no haya tenido reflejos en este caso, ofreciendo un buscador alternativo con la estampita del santo o la mártir del día. 
Obsesionados como están con pelear ese Satán que es la ideología de género, se la están colando y bien gorda en este frente de la guerra cultural: Google está redimensionando la mente de la humanidad, combatiendo sus prejuicios, iluminándola, alejándola de la ignorancia y la superstición. También es verdad que no hay iglesia ni culto que tenga su alcance: miles de millones de personas, a diario. No hay púlpito que pueda competir con esta plataforma. Ni con su carisma.

Pero los doodles de Google no solo dan preferencia a la ciencia: también dan el protagonismo que merecen a la otra mitad de la humanidad: las mujeres. No solo es otro rasgo fundamental de los doodles, es todo un cambio de paradigma.
Para apreciarlo en su justa dimensión no hace falta haber crecido, como yo, entre portadas de InterviúPlayboy (la revista USA que seguía el mismo patrón: reportajes y entrevistas audaces junto al desplegable central con la conejita del mes, que ya a mí me parecía denigrante), aquellos calendarios de taller mecánico y frutería que eran puro erotismo kitsch, las chicas de las contraportadas de AsMarcalas mamachicho de Tele 5.
Ver ahora cómo Google retrata a las mujeres por su valía y no por sus tetas creo que supone un grandísimo avance. Ya era hora de descubrir o simplemente recordar tanta escritora, tanta pionera, tanta visionaria, tanta científica. 
Los doodles de Google están reparando una injusticia: el silencio y ninguneo de siglos. A las mujeres las trata de igual a igual. A ellos solo les importa una cosa: si has contribuido con algo importante a la causa de la humanidad.

Bien por Google. Bueno, bien para mí porque, evidentemente, no soy el único que se ha dado cuenta de esto. Y a algunas personas no les hace nada de gracia. Es más, empiezan a estar convencidas de que la sede de Google esconde un nido de techies masones o Illuminati. Y que están tratando de instilar una determinada visión del mundo gota a gota, día a día, doodle a doodle.


Son ganas de ver conspiraciones por todas partes, aunque sí es verdad que, en los primeros doodles, se repetía insistentemente un simbolito esotérico, la trifuerza, formado por tres triángulos pequeños unidos que se supone representaban la sabiduría, el poder y el valor. 
La trifuerza, que era como una cagada de mosca pero ahí estaba, causó cierto revuelo y terminó desapareciendo; algunos doodles, como el de Tesla, se rediseñaron sin él.

Pero digamos que sí, que hay una 'línea editorial' para los doodles. No hay que ser muy avispado para apercibirse: es bastante explícita. 
En Google, de todos modos, están abiertos a sugerencias sobre a quién dedicarle uno: aquí te aseguran que estudiarán tu solicitud.
Yo estoy por mandarles una propuesta: Lola Flores. Y que, por favor, sea de los animados, con uno de sus zapateados arrebatados y sublimes.

jueves, 11 de enero de 2018

Encuentre las diferencias

Durante décadas, en Australia, miles y miles de niños aborígenes fueron arrancados brutalmente de sus familias para ser educados en 'hogares cristianos blancos' y así 'civilizarse'.
Para quien prefiera la película al libro o al hilo, ahí está 'Australia' tocando el tema, protagonizada por Nicole Kidman y Hugh Jackman.
Son las llamadas 'stolen generations', o generaciones robadas.

En 2008, el primer ministro Kevin Rudd pedía perdón en el parlamento por esta mancha infame en la (breve) historia del país.
Era un gesto necesario, era un gesto importante y ya está hecho.
Allí parece que el concepto de 'dignidad nacional' se entiende mucho mejor.


En Canadá, durante casi dos siglos, vino a pasar lo mismo: hasta 150 mil niños aborígenes fueron separados de sus familias para, de nuevo, 'forzar' su asimilación en la nueva sociedad, blanca y cristiana.
Para ello no encontraron mejor forma que entregarlos a internados católicos de pesadilla, con trato denigrante y monjas villanas.
En ellos, los niños abducidos tenían prohibido hablar su idioma o practicar su cultura autóctona.
La idea era 'matar lo indio en el niño.'

Murieron más de 6 mil críos en los internados del infierno. Muchos otros sufrieron abusos fisicos y sexuales, de acuerdo con el informe presentado en 2015 por -oh, maravilla- la CTR, siglas en inglés para la Comisión de Verdad y Reconciliación.
En 2008, el entonces primer ministro de Canadá pidió perdón públicamente a los supervivientes. El actual, Justin Trudeau, ha llegado al extremo de pedirle al papa Francisco que también se disculpe por el papel de la iglesia católica en lo que el informe de la CTR calificó de 'genocidio cultural.'
En Canadá, lo de la 'reparación a las víctimas' no es una frivolidad: es un compromiso que se toma muy en serio.


España es otra cosa. Aquí la dignidad como país, la incapacidad de cerrar viejas heridas, de saldar deudas morales con lo más oscuro de nuestro pasado brilla por su ausencia.
Aquí hacemos como que no ha pasado nada. Y mejor no meterte a revolver la mierda, que todavía te pueden represaliar.
Pero hay vergüenzas que no se pueden tapar, ni silenciar eternamente.
El affaire de nuestros bebés robados es otro crimen de lesa humanidad. Debería remover la conciencia de cualquier persona decente.

Entre la década de 1940 y la de 1990, se calcula que un mínimo de 300 000 niños -TRES-CIENTOS-MIL- fueron arrebatados a sus madres legítimas para ser entregados -o vendidos- a otras familias.
Esto es un escándalo que debería sacarnos los colores a todos. E investigarse a fondo, con todas las consecuencias. Y pedir perdón por ello.
Pero aquí nadie se inmuta.
Esta ha sido, hasta ahora, la comparecencia oficial de un presidente del gobierno español para disculparse públicamente ante las víctimas:


Y eso es precisamente lo que yo siento: d.e.s.o.l.a.c.i.ó.n.