jueves, 11 de junio de 2009

Isla basura


No sé si habéis oído hablar de ella. En inglés se llama Garbage Island, que me parece un título cojonudo para una versión trash de Supervivientes, algo así como llevar viejas vedettes del Paralelo, drag queens cuarentonas y travestis desechadas por Fangoria a una isla poblada de caníbales y rodeada de tiburones.
Si bien es cierto que, para toque trash en un reality, el de Perdidos en la tribu, con esos implantes de basura blanca entre clanes negros, especialmente la familia de los hijos pokeros Ventura y Johnny.


Pero no. Garbage Island, que también podría ser un parque temático levantado en algún macrovertedero de ciudad del Tercer Mundo para ver de cerca cómo viven las comunidades de hombres-rata, con alguna que otra amena atracción, como podría ser el Twister-incineradora, es en realidad el nombre que le han puesto a una presunta masa a la deriva de desechos plásticos que flota en el Pacífico norte, atrapada en un determinado perímetro por un círculo vicioso de corrientes marinas.
Es como lo del Mar de los Sargazos pero, en vez de algas, una tupida malla de mierda y porquería, una especie de iceberg de basura conglomerada que, a este paso, si finalmente cuaja, podría colonizarse y hasta explotarse como holiday resort, que gente hay para todo.


A mí toda esta historia me parece muy fantástica, algo así como la leyenda de El Dorado o el famoso Área 51 de Nevada. He visto algunos vídeos en youtube sobre la Garbage Island, la Avalon de los tiempos modernos, pero ninguno me ha convencido de su existencia real.
Para mí que se trata de otro de esos falsos mitos de los ecologistas histéricos, porque en los vídeos, rodados a bordo de expediciones en barco que supuestamente rozan el perímetro de la Isla Basura y hasta se internan en ella, apenas se ven un par de botellas o envases de plástico flotando aquí y allá, muy desperdigados.
Y eso que me habría encantado, por puro morbo y fascinación, que la historia fuera cierta, pero parece ser el producto de la calenturienta imaginación de algún ecologista desquiciado.
Los vídeos no demuestran nada. Si acaso que, hoy día, restos de plástico flotando en el mar se pueden encontrar en cualquier parte. En el mismo Mediterráneo ya es difícil distinguir las manadas de medusas asesinas de los enjambres de bolsas de supermercado.


Así que el asunto me escama. Lo de la Garbage Island suena a uno de esos bulos alarmistas que de vez en cuando lanzan los ecologistas más furibundos, que son peores, como buenos fundamentalistas, que un obispo español o un mulá fanático.
La historia me recuerda a otra similar que involucraba a unas ranas de Centroamérica. Se trataba de una especie de ranas muy pintureras que viven en la jungla tropical de allí y que hace unos años nacían mutantes, con tres o cuatro patas o dos cabezas, como los peces de Springfield.
Los ecologistas afirmaban que estas ranas servían como perfectos bioindicadores (es decir, organismos vivos especialmente sensibles a los cambios y la contaminación de su ecosistema) y que, como tales, estaban sufriendo las consecuencias de la brutal, invasiva y tóxica acción humana.
Pero al final resultó que no, que estas frankenranas no habían sido afectadas por nada de eso sino por algo tan natural y corriente como unos parásitos, que se metían en los huevos y provocaban esas malformaciones cuando los bichos todavía eran renacuajos.


Es más que evidente que a los ecologistas no les importa hacer el ridículo, ni difundir, en su particular cruzada, disparates sin base científica o mentiras escandalosas.
A este paso, yo ya no sé si creerme lo de los pollos del Kentucky Fried Chicken...
De todos modos, respecto a los restaurantes del Coronel Sanders, no tienen que convencerme de nada: es un sitio que jamás piso porque lo aborrezco y me repele.
De todas las franquicias de comida rápida, es la que siempre me ha parecido menos sexy.

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