Hace unos meses le dediqué un post a esa situación espantosa que es despertarte con la casa ardiendo. Y digo espantosa porque ahora, al contrario que entonces, lo sé por propia experiencia.
Estuve a punto de convertirme en
el amante de fuego de Mecano, achicharrado en el incendio de mi casa.
Ocurrió la noche siguiente a
Halloween, con luna casi llena y uno de esos vendavales en que los aullidos del viento ponen la piel de gallina.
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