Durante muchos años, gran parte de mi vida, pedía un deseo cada vez que veía una matrícula capicúa (supongo que es la versión urbanita del trébol de cuatro hojas o de la estrella fugaz que no deja ver la contaminación lumínica).
Un día, sin más, dejé de hacerlo... Creo que tuvo que ver con el cambio de matriculación a la europea, porque de repente ya no las veía con tanta frecuencia. O quizá simplemente es que me cansé. Todos los juegos terminan cansando.
Hasta que hace poco volví a encontrarme con mi destino al descubrir, en un Smart aparcado en la calle, la matrícula de la foto. Increíble. Impresionante. Capicúamente insuperable: un palíndromo perfecto. Una obra de arte de la combinación aleatoria de letras y números. Una simetría impecable de lado a lado. En resumen, una ecuación alfanumérica entre un millón.
Y pensé maravillado: "Esta matrícula es un talismán muy poderoso. Casi puedo sentir su energía telúrica. Seguro que puede concederme cualquier deseo que le pida."
Y se lo pedí.
A ver ahora si la Señora Suerte está a la altura de las circunstancias y se comporta esta vez como una auténtica dama.
Con una matrícula como esta, que parece chillar "I've got the power" a los cuatro vientos, es lo menos que podría hacer.