(La noticia)
Año 2045.
Es tal el overbooking de ancianos que el Estado, para ahorrarse el desorbitado gasto de pensiones y sanidad en ellos, ha creado un gerontocidio institucionalizado: al llegar a los 65 años, que es una edad correcta para desaparecer, habiendo vivido plenamente y aún en posesión, en la mayoría de los casos, de todas las facultades mentales, el Estado fomenta la E.V. (Eutanasia Voluntaria).
En estos burocráticos casos, para maquillar la realidad, la gente no muere, “dexiste”. Esto es, deja de existir, recalcando en todo caso en los formularios que fue por voluntad propia no exenta de un encomiable patriotismo, lo que les concede automáticamente al morir una medalla al mérito civil que se entrega a los parientes junto a una bandera plegada (La ceremonia, todo hay que decirlo, es muy emotiva).
Todo anciano que se acoja al programa es eliminado limpia e indoloramente -una fugaz inyección subcutánea y, en pocos minutos, dulcemente, se acabó...-, como se sacrifica un perro en el veterinario.
Después el Estado, agradecido de quitarse un peso de encima, otorga ventajas a la familia: becas de estudio en cualquiera de los exclusivísimos centros privados que monopolizan la enseñanza, por ejemplo.
O bien se les coloca en listas preferentes para conseguir un trabajo, lo que, en una situación de desempleo casi crónica para la mayoría de la población, suele ser lo más demandado.
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