miércoles, 16 de mayo de 2012
Animales políticos
La civilización no ha vuelto a ser la misma desde que se aceptó pulpo como animal de compañía, dirán algunos. Otros pondrán como hito el día de 1997 en que presentaron a Dolly, la oveja clónica. Yo sostengo que esto se ha puesto patas arriba, dando además un triple salto mortal en el aire, desde que el elefante, símbolo tradicional de los republicanos norteamericanos, se ha convertido también en la mascota de los republicanos españoles a raíz del incidente en Botsuana, por mucho que unos republicanos y otros no tengan nada que ver.
Salvo en el bicho, claro. Porque los republicanos de allí suelen tener un tocino rancio por ideología y los de aquí suelen ser, en su inmensa mayoría, de izquierdas. No tienen en común más que el nombre y, ahora también, la mascota. Piruetas que hace la vida.
Aunque para paradoja final, paradoja de traca, paradoja perfecta, el caso del toro de Osborne, adoptado en nuestro país como emblema por los españolistas más recalcitrantes y toreros.
Alucinados se quedarían muchos de ellos si supieran que lo diseñó un comunista acérrimo, lo que una vez más me convence de vivir en un planeta gobernado por las leyes de la relatividad, la contradicción y la ironía y me impide, por otra parte, tomarme nada demasiado en serio.
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