Es el consejo que ha lanzado al mundo la ONU y supongo que habrá que hacerle caso.
En una espiral crítica en la que se nos agotan las sardinas y el atún rojo, nos mezclan ternera de Kobe con carne de rata en las hamburguesas y comemos pollos mutantes, volvemos nuestros ojos golositos hacia todos esos bichos que hasta ahora, al menos en nuestra cultura occidental, solo nos habían provocado grima, miedo y asco.
En una espiral crítica en la que se nos agotan las sardinas y el atún rojo, nos mezclan ternera de Kobe con carne de rata en las hamburguesas y comemos pollos mutantes, volvemos nuestros ojos golositos hacia todos esos bichos que hasta ahora, al menos en nuestra cultura occidental, solo nos habían provocado grima, miedo y asco.
Pero Insectopia, ese paraíso lleno de restos de picnic que salía en Antz, se ha convertido ahora en un corredor de la muerte.
Malos tiempos para los insectos, que al parecer van a pasar de comerse las sobras de nuestras meriendas en el campo a formar parte de ellas.
Malos tiempos para los insectos, que al parecer van a pasar de comerse las sobras de nuestras meriendas en el campo a formar parte de ellas.
Llevados por la necesidad de nutrir convenientemente a una población humana que empieza a reventar por las costuras y esquilma sus recursos naturales, el prejuicio se revisa y el paradigma se trasforma en una visión de los insectos gastronómicamente sexy.
Ya se lo decían a Christian Bale junior en El imperio del sol: los bichos tienen muchas proteínas.
De haber sabido esto en nuestra posguerra, la gente no le habría hecho tantos ascos a los que se encontraba en las lentejas.
Pero es que no es solo el aporte proteinico: en el mundo se estima que se apelotonan unos 10.000 millones de insectos por kilómetro cuadrado.
Para quien sepa la superficie de la tierra y se ponga a hacer el cálculo, la cifra total debe ser de las que marean.
Eso pese a haberlos diezmado concienzudamente con el DDT, el Cucal y los parabrisas de los coches. Pues como si nada. Son una reserva sin fin, billones y billones de ellos. Una despensa inagotable.
Y la ONU ya nos ha puesto sobre aviso: hay que aprovecharla, que no están las cosas como para despilfarros.
Así que habrá que empezar a vencer el asco y los remilgos e irse ya mentalizando: sentarse a la mesa, en un futuro no muy lejano, va a ser como tener que superar una prueba de Fear Factor.
O montarte en casa tu propio episodio de Perdidos en la tribu.
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