Sean Hannity y su impecable estilismo capilar
O the fox connection. Tranquilos, que ahora explico por qué. Tras una pausa retrofuturista, que un regreso al futuro siempre viene bien en un presente de arenas movedizas, seguimos con la amena serie dedicada a animales políticos.
A mí me habría encantado que le pusiera la voz ese pedazo de narrador naturalista que es David Attenborough y, de hecho, me puse en contacto con él, pero tenía otros compromisos, así que vamos a lanzarnos a la piscina de una vez.
Antonio Jiménez y lo mismo.
Esta entrada se llama la conexión del zorro porque no sé ustedes, pero yo al menos hay veces que no distingo a Intereconomía de la Fox, especialmente si no llevo las gafas o me he ventilado una botella de Somontano.
Me pasa, en primer lugar, por el abuso de laca y/o gomina de sus presentadores masculinos. Frente al lacado peinado aerodinámico de un Sean Hannity, nosotros tenemos a ese figurín que presenta El gato al agua con tanto estilo, tinte y manicura, tan retrosexual de mentalidad y, sin embargo, tan metrosexual como busto parlante, efecto al que contribuye esa voz engolada como de 'encantado de escucharme a mí mismo'.
Los dos me resultan una mezcla imposible entre un galán de cine antiguo y una marica vieja del Griffin's, que es un garito de Madrid frecuentado desde hace tres glaciaciones por dinosaurios gays tuneados que es un primor y una grima verlos.
Anne Coulter, rubia, mona, pija y rancia.
Luego están ellas, por supuesto. El hecho de que las Barbies fascistas se parezcan tanto tampoco ayuda: termino por no distinguir a Isabel San Sebastián de Anne Coulter. Además de que dicen las mismas tonterías. Aquí, por otro lado, cabría preguntarse por qué todas las mujeres conservadoras son rubias. Creo que he leído algún sesudo artículo por ahí que lo explica. Pero lo cierto es que si destinaran el dinero que gastan en peluquería a apadrinar un niño del Tercer Mundo, las ONGs se quedarían en paro.
Es que llega un punto ya en que es surrealista. Imagina, por ejemplo, que ha habido un crimen en la calle Serrano o en la sede de Génova y la sospechosa respondiera a la siguiente descripción: "edad imprecisa entre los 25 y los 45 años, piel naranja de rayos UVA, media melena con mechas rubias, perlitas en las orejas". No habría forma de distinguir en la rueda de reconocimiento a unas de otras, todas clones de Ana Mato.
Isabel San Sebastián y más de lo mismo.
El mensaje que yo quería lanzar, de todos modos, es que Intereconomía y la Fox son estética e ideológicamente intercambiables. Hay matices, por supuesto: el idioma y el vino que aquí se pimplan en directo, pero vamos, poco más. Y es que España, en el fondo, es el país que menos se parece a EEUU que más se parece a los EEUU. Allí son muy religiosos, aquí también; con una diferencia crucial: allí puedes mear sobre una biblia, quemar un corán o cocinar un cristo, que todo lo permite la libertad de expresión; si hay algo sagrado en los EEUU, pero sagrado de verdad, es la primera enmienda.
En lo del aborto y el matrimonio gay coinciden totalmente; de hecho, en cuestiones como esta, la derecha de allí inspira a la de aquí como si fuera el Espíritu Santo: es la que dicta consignas e ideario a nuestros neoliberales desde hace años que, simplemente, lo adaptan a la idiosincrasia local (ya saben, ese rey tan campechano, la siesta, la bandera, la tortilla, Gibraltar español, la corrupción caciquil, la Semana Santa y los toros).
Ana Mato, básicamente sospechosa.
También comparten las formas. O antiformas, diría yo, del mismo modo que su sistema tiene los antisistemas que tanto aborrecen. El código de estilo de la derecha sauvage es argumentar bazofia y despreciar al que no piensa como ellos.
Si se limitaran a insultar a la inteligencia, bueno, tendría un pase; pero no, su defensa siempre se basa en un buen ataque, mejor cuanto más bajo. Con lo que, además de golf y pádel, su deporte favorito es el insulto personal.
Y se dan casos no ya análogos, sino de una simetría que asusta, a uno y otro lado del Atlántico. Solo hay que ver cómo se ponen con las que no defienden su modelo provida, ese que aboga porque no haya abortos y nazcan todos los niños porque claro, a algunos habrá que esclavizar para que nos fabriquen los bolsos de Louis Vuitton, tanto el auténtico como la copia.
Eduardo García Serrano, o el abuso de gomina te convierte en tertuliano mutante.
Bueno, quizá exagero, como también exageraba ese basilisco engominado que es Eduardo García Serrano cuando llamó 'guarra', 'puerca' y 'zorra repugnante' a la entonces consejera catalana de Sanidad porque había emitido unos folletos en los que animaba a los jóvenes a masturbarse, una práctica sexual de lo más sana e infinitamente mejor que tantas y tantas pajas mentales. Sobre todo cuando lo que te la menea es el brazo incorrupto de Santa Teresa.
Con lo que hemos pasado de la conexión del zorro a la de la zorra, or the slut connection. Porque aquí fue Marina Geli, pero en los EEUU le tocó a Sandra Fluke, una estudiante de derecho en la universidad de Georgetown que osó defender la norma de la Administración Obama por la cual las universidades y ONGs católicas debían incluir el control de la natalidad en su cobertura de salud.
La voz de la América profunda, donde tienen rodeos en vez de toros.
Tan incendiaria declaración inflamó las iras del locutor de radio ultraconservador Rush Limbaugh, que la atacó y tildó de 'puerca' y 'prostituta'. Allí, donde pese a todo lo que se les pueda reprochar la sociedad civil está mejor organizada, hubo un éxodo de más de 30 anunciantes del programa y Limbaugh se acabó disculpando. Como también lo hizo Eduardo García Serrano, que no podía ser menos que su doppelganger norteamericano.
Es curioso, se creen con la exclusiva de la clase y luego no tienen ninguna. Al fin y al cabo, todos tenemos una gran capacidad de autoengaño. Y la de ellos no es que sea grande, es que rebosa.
Muchas veces me pregunto en qué especie de realidad paralela vive la gente como Limbaugh o Eduardo García Serrano, porque tanto llamar zorra y puta a toda mujer que no se comporta como su santa esposa, y no sé yo qué pasaría si un día por fin descubrieran que sus santas esposas son a veces las más putas.
Y olé por ellas, que conste.
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