1. Las fotos de niños con síndrome de Down o de negritos (o incluso de negritos con síndrome de Down) acompañadas de un mensaje parecido a este: ‘¿A que soy lindo? Pero sé que no me compartirás porque eres racista.’
Yo a esto lo llamo chantaje de lo más burdo. Lo malo es que hay gente que pica; será que tienen mala conciencia.
Mejor tomárselo con humor, como hacen en EE UU los seguidores del Monstruo Espagueti Volador, los pastafaris, que en estos casos contestan con un 'Ramen', poniendo una foto como la de arriba.
3. Perros, perros y más perros. I mean, honestly. Qué soberano empacho canino: camadas por repartir, chuchos que rescatar, cachorritos que adoptar o que salvar… Siempre me tendrás ahí contra el maltrato animal, pero respecto a tanto perro abandonado el problema es de base.
Esto debería ser como cuando adoptas un niño, que te exigen mil requisitos. O como cuando sacas una licencia de armas, porque tener un perro es también una responsabilidad muy grande. Los aspirantes deberían someterse a una entrevista previa o a tests de compatibilidad, un mínimo proceso que los evaluara como aptos para tener una mascota. O no. Así nos evitaríamos tanto drama producto de la inconsciencia y FB no parecería una perrera virtual ni el casting para un remake de La dama y el vagabundo.
Otro colectivo especialmente pesado con lo suyo son los veganos. Pero también están los viajeros infatigables, los que están todos los días de conciertos o a la caza del vinilo (mostrando por supuesto sus últimos trofeos), los montañeros/campestres y los ‘místicos’, que también se las traen con su matraca de terapias alternativas y frases ‘iluminadoras’.
5. Esos memes y vídeos que llevan años pululando por el ciberespacio, donde flotan ya como chatarra cósmica, y que todavía alguien, a estas alturas, descubre como si fueran nuevos. No me lo explico. ¿En qué mundo viven? ¿No están todo el día conectados a Internet como yo?
Internet va a la velocidad de la luz y tú no puedes quedarte atrás: el meme que te hacía gracia hace 15 minutos ahora es una reliquia. Ni te cuento ya la sensación naftalinosa que da que lo postees con entusiasmo de novicia tres años después.
7. Los que JAMÁS interactúan contigo, bien por timidez, por indiferencia -que duele, no te voy a decir que no- o porque simplemente tienen un ego más grande que el tuyo. No es que me irriten exactamente, es un fenómeno que me hace gracia y que podríamos llamar ‘vidas paralelas en FB’ o incluso ‘compartimentos estancos’.
Son relaciones morbosas, intrigantes y pasivo-agresivas que no acabas de racionalizar, pero también es verdad que FB no sería lo mismo sin ellas. Solo tienes que dejar de ser celoso y aceptar que la gente tenga su propia autonomía.
8. A esa nueva Dorothy Parker que es Diana Aller le da cosica la gente que practica el autobombo. Estoy de acuerdo, pero también soy más indulgente: es algo que en mayor o menor medida hacemos todos. El FB no deja de ser un tablón de anuncios y, al fin y al cabo, la vanidad es uno de los motores del mundo.
Encuentro mucho más creepy una subcategoría dentro del autobombo: la de las personas que se premian a sí mismas con un ‘like’ nada más postear algo. Por lo general es el único que reciben, ya que no tienen muchos amigos (por lo que he observado, menos de 50) y para colmo tampoco les hacen mucho caso, con lo que ese auto-‘me gusta’ les sirve de premio de consolación. Un poco triste en el fondo.
9. Las histerias colectivas o fenómenos virales sin sentido, como lo del cierre del Café Comercial, que yo creo que ahí se alcanzó un paroxismo.
Al menos para mí fue un punto de inflexión, como de WTF? Fueron días de mucha vergüenza ajena, y me di cuenta de lo fácilmente que la gente pierde el oremus en las redes sociales, pero es que viral viene de virus y su patrón de comportamiento es el mismo. Hay que tener un sistema de defensas muy sólido para no dejarse contagiar.
10. Las campañas de activismo tipo ‘contra el recibo de la luz, apaga las luces una hora’ o algo así. Rula por los muros que da gusto, aunque luego no apaga la luz ni el tato, más que nada porque a ver quién sigue posteando, wasapeando, blogueando o tuiteando a oscuras. Cosas de ese postureo rampante que también define FB.
Algo más patético resulta ver a gente corriente y moliente, esos que comparten contigo el vagón de metro, apuntarse a campañas de celebrities como la de echarse un cubo de agua helada encima. Me pregunto qué harían si a las celebrities, por una buena causa, les diera por despeñarse por un barranco…
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