sábado, 16 de enero de 2016
¡Toc Toc! ¿Quién es? La Santa Inquisición
Está la España ultracatólica que no gana para disgustos. Por si no tenían bastante con el desparrame de hostias consagradas de Abel Azcona y el affaire Rita Maestre, aparece ahora en escena una muchacha mallorquina muy desenvuelta -qué tendrá esa isla que es cuna de tanta moderna/mamarracha/divertida-. Y les ha dado otro sofoco.
Samantha Hudson, que así se llama esta mezcla amateur de Lady Gaga y Putilatex, no es más que un adolescente que baila su revolución hormonal con un particular mensaje a la Iglesia que tiene todo el desparpajo punk y trasgresor.
El mismo que los obispos a la hora de abrir esas bocas inspiradas por el espíritu santo y cagarla, claro que en un caso es 'libertad de expresión' y en el otro, el Expediente Samantha, una clara provocación, una ofensa, una blasfemia.
Yo oigo lo de blasfemia y me suena a Inquisición y le pongo la cara de Bernardo Gui en El nombre de la rosa. Brrrrr. También me recuerda a Pakistán, país pionero donde ya se aprobó en su día una ley antiblasfemia. El resultado hasta hoy ha sido que ya se ha cobrado un buen puñado de víctimas mortales, entre ellas varios periodistas y políticos.
Ah, el Islam, ambivalente como todo en la vida: tan atrasado para muchos, tan vanguardia para otros. Porque un argumento recurrente en las mentes de corta y pega es el de 'seguro que no se atreven a hacerlo en una mezquita, o a decir lo mismo de Mahoma en Arabia Saudí' y te das cuenta de que en el fondo lo que les pasa es que envidian la manera musulmana de lidiar con estas cosas.
Si por ellos fuera, mandarían a Abel, Rita y Samantha a la hoguera, como en los buenos viejos tiempos.
Es que si no te toman por el pito de un sereno. Especialmente en España, donde si algún día llega a reinar el Sagrado Corazón de Jesús, será en medio de un sonoro cachondeo.
Aquí no se toma en serio ni a Dios, y mira que nos han atado en corto. Encima se sorprenden de que esté tan arraigado entre nosotros el anticlericalismo. No se explican estos conatos de rebeldía, ya ves tú. Y así hemos llegado a esta situación, en que España es tan católica como anticlerical.
Como en tantas otras cosas, sin término medio.
Lo cierto es que una parte importante del país es anticlerical porque está de tanto obispo entrometido y religión omnipresente hasta las tetas. Se puede pedir resignación cristiana hasta cierto punto, pero llega un momento, cuando la situación se hace insoportable, en que estallas.
El control de la Iglesia ha sido tan opresivo, tan agobiante y castrante que el anticlericalismo ha sido la reacción lógica a tantos siglos de explotación, dominio y bullying moral sobre la población. Por eso aquí la tradición anticlerical es casi tan antigua como la católica. Es más, una no existiría sin la otra. Se alimentan mutuamente.
El día que los católicos ultramontanos se relajen y cedan un poco, lo harán los anticlericales también. Así de sencillo.
Hasta entonces, el anticlericalismo será un producto tan español como la paella y viviremos esta inevitable tensión. Tampoco es tan mala: inspira y ayuda mucho también a la creatividad irreverente y sacrílega, de la que los vídeos insertados en el post son un buen muestrario.
Y Samantha Hudson, su última diva.
Frente a una Iglesia inquisitorial y fanática, su respuesta espontánea y fresca en forma de canción ha sido 'comedme el coño'. Es una válvula de escape, y desde luego mucho menos violenta que ponerse a matar frailes o quemar conventos, que es la otra posible reacción.
Samantha ha optado por la mejor forma de rebelarse, que es la burla, el troleo, el no tomárselo en serio, el hacerle un corte de mangas con un humor ácido y electrodisolvente.
Es la venganza más inocente, aunque a la tropa del rosario reaccionario le saque igualmente de quicio.
Es que menuda insolencia, qué atrevimiento, dónde vamos a llegar. Ellos no están acostumbrados a que se les lleve la contraria, a escuchar voces distintas, a que les ridiculicen su visión integrista de España. Lo suyo ha sido siempre imponer la fe por sus santos cojones.
No han salido del constructo mental en que a los disidentes se les mandaba a la hoguera, como en los tiempos de la Inquisición, o al paredón, como en los días del Generalísimo bajo palio. No han conocido otra cosa.
Aquí, durante mucho tiempo, a quien pensaba distinto se le aplastaba.
Y eso siguen intentando. El nacional-catolicismo sigue rampante y muy activo, Entre las estrellas invitadas al show del catolicismo más carca: los Legionarios de Cristo (del que es miembro una hermana de Ana Botella), el movimiento Comunión y Liberación, los focolares o los kikos.
Pero la gran primadonna es el Opus, prácticamente dueño del país. Está por todos lados, copa todas las esferas de poder, muchos medios de comunicación, bancos, universidades, empresas... Y además tienen dinero para extender aún más su enorme influencia. Y crear opinión. De esto se encargan muy bien. De hecho, solo se oyen las suyas. Da igual el programa de TV -como también da igual la cadena, repito que el Opus está por todas partes-: en todos ellos salen siempre los mismos colaboradores y tertulianos, tradicionalistas hasta la médula, retrógrados hasta lo sombrío, intelectualmente casposos.
A ninguno de ellos, por supuesto, le escucharás nunca criticar o cuestionar la religión. Son sus mejores perros guardianes. Y no hay quien contrarreste o refute sus opiniones porque, simplemente, no dan chance.
Los librepensadores y ateos están vetados.
Esto es evidente en la televisión, tanto pública como privada: nunca verás unos debates enconados y a la vez tan necesarios como los The Big Question. Ni un documental revelador como Religulous de Bill Maher. Ni monólogos explosivos contra la fe como los de George Carlin o Ricky Gervais. Ni a figuras públicas cuestionando abiertamente la religión como Brad Pitt o Morgan Freeman. Ni a pensadores como Sam Harris o el difunto Christopher Hitchens, ni a científicos ateos como Neil Tyson Degrasse o Richard Dawkins.
Esto es impensable aquí.
En este país, para nuestra desgracia, nunca ha habido democracia cristiana, solo integrismo católico. Y España, por su bien, necesita derribar esta última frontera. La religión no puede seguir siendo tabú. Tiene también que someterse a debate, a confrontación de ideas y cruda exposición de lo que realmente significa. Es otro privilegio que debe caer.
Ya lo dijo don Manuel: 'Es una cuestión de salud pública'.
Mientras lo vamos consiguiendo, siempre nos quedará youtube.
Y por cierto, Samantha: olé tu coño divino.
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