miércoles, 13 de diciembre de 2017

Odio

Debe ser una de las palabras que más oímos y utilizamos estos días. El mundo se ha convertido en una madriguera de haters. La netiquette en las RR SS, si es que alguna vez la hubo, ha saltado por los aires. 
Odio es la palabra de moda.
Ahora, gracias a Internet, la gente odia más intensamente que nunca.
Odian como si no hubiera un mañana.
Quizá es que no lo hay y los haters sean todos visionarios... Por más que les mueva un odio ciego.
Pero es cierto. El odio es una plaga. Está por todos lados.
Aunque, por otra parte, qué sería ya de la vida 2.0 sin haters.
Tampoco podemos perder la perspectiva.
El odio nos está haciendo perder las formas. Los modales. La cabeza.
Hemos convertido el odio en tendencia, en rutina, en estilo de vida.
Hemos convertido el odio en delito.
Solo faltaba ponerle música.



De eso se ha encargado el DJ y productor KDA con un poema de Patrick Cash que se llama Odio -aquí en su versión spoken word-. 
El resultado es un tema de house con mensaje. Un manifiesto político de ambiente oscuro, industrial, con ese bajo percutiendo sin tregua y esa letra que aporrea la conciencia mientras bailas -yo soy de los que piensan que, si no se puede bailar, la revolución no me interesa-. Esto es The politics of dancing en estado puro: te hace mover, te hace pensar. 
La pista de baile es la nueva barricada.
Esta vez, frente al ODIO:



(Traducción del poema de Patrick Cash)


He estado pensando mucho últimamente en el odio.
Lo que devora su corazón.
Porque, sabéis, yo odio a gente todos los días.
Odio a los turistas de Oxford Street.
Odio a los niños en el metro.
Y odio a los que caminan despacio,
Impidiendo que alcance mi tren.
Quiero agarrar sus caras
Y decir con toda mi rabia:
‘¡Fuera de mi puto camino!’



Pero no lo hago.
Porque sé
Que mi odio es un fantasma.
Un clic rápido de interruptor,
Una mecha que arde brevemente.
Es una sombra falsa del odio,
Solo una frustración de lugar.

Y no me interpretéis mal:
Yo no soy un santo.
Me disgusta un buen puñado de gente.
Pero eso no es lo mismo que odiar.
No es lo mismo
Que querer patearles sus caras.

Porque los que odian siempre van a odiar, dicen.
Y en algunos lugares,
Si no tienes odio,
No tienes estatus.
Así que juguemos con el rostro del odio.


Ódiame por un instante.
Odia todo lo que soy.
Ódiame porque soy diferente.
Odia mis palabras y a mis hermanos también.

Ódiame por mi cuerpo,
Que termina en las puntas de mis dedos.  
Odia mi piel, mi pigmentación.
Ódiame por las sensaciones
Que comparto con otro en la cama. 

Ódiame por mis momentos violentos.
Odia las lágrimas que he derramado
Y las esperanzas que he compartido.
Ódiame por mis miedos y mis sueños.
Ódiame por el hombre que todavía puedo llegar a ser.


Luego llévate tu odio lejos
y hazlo grande. 
Nutre tu odio
Aliméntalo y moldéalo como arcilla.
Aviva sus rescoldos
Hasta que brillen al rojo.
Escúlpelo como si soplaras vidrio
Hasta que tome la forma de tu alma
Y el odio te calentará en medio del frío
El odio estará allí cuando estés solo.

Y en este punto hablaría 
De los crímenes de odio.
De gritarle ‘fea’ a una mujer
Desde una revista. 
De una mujer en Irán lapidada
Por haber sido violada.

Y sí, este poema es sobre delitos de odio
Pero también sobre el por qué. 
Es sobre Camerún, Uganda y Rusia.
Es sobre un vecino odiando al otro. 
Es sobre hombres que deciden derechos de aborto
Y Europa perdiendo la lucha contra la extrema derecha.
Es sobre LGBT, es sobre los inmigrantes.
Es sobre antisemitismo en Hungría
y Pegida creciendo en Alemania.
Es sobre Orlando. 
Es sobre violentar mezquitas.
Es sobre la jungla de Calais.
Y un muchacho negro baleado en las calles de Estados Unidos.
Es mirar a la raza humana
Que a veces parece 
Consumida y echada a perder
Por el odio. 

Es alzarse contra eso
Y decir:
No tengo miedo.  

Ódiame.

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