lunes, 26 de enero de 2009

Cinco minutos para la medianoche


Después de la Segunda Guerra Mundial, con los hongos de Nagasaki e Hiroshima flotando todavía en el ambiente, un grupo de científicos atómicos preocupados por la probabilidad entonces muy cierta de acabar todos nuclearmente churruscados, se inventaron una forma de medir la terrible amenaza: el Reloj del Juicio Final.
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Se trataba de calcular el tiempo que nos quedaba como especie en una esfera imaginaria cuyas agujas corrían hacia la medianoche, o sea, la hora última de la humanidad. Una cuentatrás macabra hacia el cataclismo que, en los momentos álgidos de la Guerra Fría, llegó a situarse a sólo cinco minutos de la hecatombe final.


A partir del derrumbe del Telón de Acero, la Guerra Fría alcanzó un punto casi de congelación, con lo que, al inicio de los años 90, la hora retrocedió hasta los diecisiete minutos antes del Apocalipsis.
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Hace poco, sin embargo, les dio por revisar la cuenta con la ayuda de Stephen Hawking, que ha vuelto a advertir no sólo de los consabidos peligros de las armas atómicas –de las que el mundo guarda todavía un numeroso arsenal- sino de otros adicionales como el cambio climático o las emergentes tecnologías biológicas.


Con lo que, según los expertos, de nuevo nos hallamos a cinco minutos escasos del desastre definitivo. El peligro es real: el mundo puede efectivamente desaparecer. Al menos tal y como lo conocemos. Porque quién sabe cómo será exactamente esta catarsis, que no tiene por qué ser nuclear. Digo esto porque, curiosamente, con este año que recién inauguramos, 2009, se acorta la distancia con otra fecha crucial en las teorías del fin del mundo: 2012. Quedan sólo tres años para entonces, el año que, según el calendario maya, marca el fin de un largo ciclo. Concretamente será el 21 de diciembre de ese año.


21 del 12 de 2012. Llamativa combinación, por lo que aquí se abren también cábalas y apuestas para los adictos a los numerología y su significado.
Los mayas, esa civilización misteriosa que de la noche a la mañana abandonó sus imponentes ciudades de piedra para no levantar cabeza jamás, respecto a esto no se andan con chiquitas: esa fecha indica un fin abrupto, radical, un punto de inflexión que hará borrón y cuenta nueva en la cronología de este viejo mundo.


Lo más horripilante es que con los mayas y su predicción coinciden otras religiones y culturas: los nativos americanos, los celtas, las profecías de San Malaquías (según las cuales andamos ya por el penúltimo papa, antes del que verá Roma arrasada a sangre y fuego), el Apocalipsis del enigmático San Juan y la interpretación que del I Ching hizo Terence MacKenna, estableciendo con sus 66 hexagramas un paralelismo con la historia de la humanidad, en lo que él denominó la onda temporal cero.
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Todas coinciden en señalar esa fatídica fecha como la que anuncia un corte drástico y definitivo en el devenir de la humanidad.
Quizá sea que contactemos con habitantes del espacio exterior (¿nuestros progenitores del duodécimo planeta?), posibilidad que han apuntado como cierta un nutrido grupo de científicos y hasta el propio Vaticano que, en uno de sus alardes de prudente diplomacia, emitió no hace mucho un comunicado en el que saluda, sin complejos, a nuestros hermanos extraterrestres (sic).
Por lo que pueda ocurrir...



Hay gente que desprecia al oráculo, pero el oráculo, después de encerrarse en su cueva y mascar hojas de laurel sagrado para propiciar el trance visionario, ya lo dijo en su momento: los diarios gratuitos, con la crisis, irían desapareciendo.
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Ya lo ha hecho Metro, de lo que me alegro especialmente (y siento ser así de mezquino pero uno, como humano al fin y al cabo, tiene sus debilidades, y la venganza es un plato que no conviene recalentar en el microondas).
Digo esto porque, hace ya unos años, me puse en contacto con ellos, ofreciéndome para colaborar, y me ignoraron olímpicamente; ni siquiera se molestaron en contestarme con un "gracias, pero no nos interesa" (algo por otro lado de lo más habitual en este país de informales).
Les está bien empleado, por maleducados, y por preferir que escribieran en sus páginas escritores ramplones como uno de barbas que no salía de los lugares más comunes y que me provocaba unos bostezos de hipopótamo.
Pues bien, ya me tomé la revancha. Lo que no imaginé en su momento es que fuera a ser tan temible.
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Respecto a 2012 y sus sucesos, las opiniones se dividen: para unos anuncia una catarsis brutal que implicará una regeneración moral y espiritual del ser humano; para otros (los más), traerá un desastre planetario de proporciones cósmicas o el punto final para nosotros como especie sobre la Tierra.
Mi vaticinio particular es que los profetas ya hablaron y sentenciaron: las señales son muchas, las hay por doquier y el sagaz es aquel, como dicen los Proverbios, que ha visto la calamidad y procede a ocultarse. Es decir, que más vale prevenir que curar. Y el que quiera entender, a Chueca y el que tenga ojos, que vea.
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¿Qué esperáis, que afine más en los pronósticos? No puedo. El convenio no me lo permite: es requisito primordial de los oráculos lanzar siempre mensajes lo suficientemente ambiguos como para que queden abiertos a mil interpretaciones, si no incurriría en grave delito profesional.
¿O qué queréis, desgraciados, que me echen del sindicato?
Y están los tiempos ahora como para buscarse otro curro...

jueves, 22 de enero de 2009

Santuario












Todas las fotos son de la misma casa.

jueves, 15 de enero de 2009

Sombras (no invitadas)







"En el mundo de lo consciente, este mundo de acero y de plástico, de sombras y automóviles, surge de vez en cuando lo imposible."

Fernando Jiménez del Oso