viernes, 16 de abril de 2010

Supercapicúa


Durante muchos años, gran parte de mi vida, pedía un deseo cada vez que veía una matrícula capicúa (supongo que es la versión urbanita del trébol de cuatro hojas o de la estrella fugaz que no deja ver la contaminación lumínica).

Un día, sin más, dejé de hacerlo... Creo que tuvo que ver con el cambio de matriculación a la europea, porque de repente ya no las veía con tanta frecuencia. O quizá simplemente es que me cansé. Todos los juegos terminan cansando.

Hasta que hace poco volví a encontrarme con mi destino al descubrir, en un Smart aparcado en la calle, la matrícula de la foto. Increíble. Impresionante. Capicúamente insuperable: un palíndromo perfecto. Una obra de arte de la combinación aleatoria de letras y números. Una simetría impecable de lado a lado. En resumen, una ecuación alfanumérica entre un millón.

Y pensé maravillado: "Esta matrícula es un talismán muy poderoso. Casi puedo sentir su energía telúrica. Seguro que puede concederme cualquier deseo que le pida."
Y se lo pedí.

A ver ahora si la Señora Suerte está a la altura de las circunstancias y se comporta esta vez como una auténtica dama.
Con una matrícula como esta, que parece chillar "I've got the power" a los cuatro vientos, es lo menos que podría hacer.

miércoles, 7 de abril de 2010

En la disneylandia del amor













La luz era rosa.
Y roja y blanca y azul, porque la lámpara iba cambiando de colores.
El cabecero sicodélico, según me contó, "era el regalo de un amigo".
El detalle más fino, con todo, era el ciervo-candelero sobre la repisa de la chimenea y que había comprado "en una tienda de decoración de Saint Moritz".
A lo que yo contesté que para qué irse tan lejos, cuando yo había visto uno muy parecido en una tienda de chinos del barrio...
Pero lo que definitivamente me quitó todo el morbo fue la colección de souvenirs sobre el armario.
"Menuda encerrona. Esto se avisa", le dije, en un tono bastante agrio.
Al ver su cara de desconcierto me disculpé:
"Perdona -dije-, es que estoy un poco nervioso. Nunca en mi vida me había sentido así".
"¿Cómo?", preguntó.
"Como un bombón de caja roja."