viernes, 30 de marzo de 2012

El dulce nombre del buzón


No, no es el nombre de una empresa de gominolas de colores o de sirope de arce. Es el muy particular nombre de una particular, residente en el barrio de Vallecas.
Al parecer, por lo que me contó un espía de Corea del Norte infiltrado en el edificio (en realidad un vecino que prefiere permanecer en el anonimato), se trata de una mujer filipina, esa ex colonia española que nos dio el mantón de Manila y... Bueno, eso, el mantón de Manila.

No me digáis que no llama la atención y que no es candoroso y dulce. Empalagoso, incluso. Es posible que no sea ni apto para diabéticos. Pero también es muy cierto que viene a poner un poquito de azúcar entre tanta amargura y eso, quieras que no, se agradece. Te endulza el ánimo con un momento chuchería de felicidad naif, y todo vuelve a parecerte bonito, una especie de país multicolor. Te trasporta incluso a la infancia, y es como volver a estar delante del televisor viendo un capítulo de Candy Candy.


Preciosa Jarabe es un nombre que deja al pronunciarlo un regusto a muñeca con lazos y a piruleta. ¿Quién se enfadaría con ella si fuera lideresa y aplicara algún recorte? Nadie. Como cantaban en Mary Poppins, con un poco de azúcar esa píldora que os dan pasará mejor.
Ya se sabe que a nadie le amarga un dulce. Con un nombre así, imagino, uno tiene todas las puertas abiertas. Un nombre así es un caramelo. Yo solo espero, por una vez, algo de coherencia en este mundo y que Preciosa Jarabe tenga un carácter tan dulce como su nombre; lo contrario sería una gran decepción.
Aunque no me extrañaría una pizca: conociendo los sarcasmos a los que tan aficionada es la vida, seguro que la Preciosa Jarabe real no tiene nada que ver con la de la etiqueta Dymo y es una gárgola amargada y borde.

sábado, 24 de marzo de 2012

Callejero pre-Facebook


Los nombres de estas calles madrileñas ahora como que no tienen mucho sentido. Sin duda lo tenían en su día, en aquellos viejos tiempos en los que la gente se jactaba de contar los buenos amigos con los dedos de una mano.

Lo malo es que esos tiempos han pasado. Ahora los amigos se cuentan por centenas, por miles y a veces no se distinguen de un follower.
Quiero decir, lo de los amigos siempre ha sido algo interesado y muy superficial. A uno más que nada le hacen amigo las circunstancias. Luego, cuando dejas el trabajo o te despides al final de las vacaciones, la cosa languidece con el tiempo y, al final, solo quedan unas fotos y un si te he visto no me acuerdo.
Antes todavía se escribían unas cartas al principio, que se iban espaciando hasta que se acababa por perder todo contacto. Ahora no. Ahora esa amistad, gracias a Facebook, permanece para siempre. No solo en tus recuerdos y tu corazón, también en tu lista de amigos.

Y esto es hacer trampa. Una de las cosas que tenía la vida era constatar cómo el paso del tiempo te iba separando de gente que habías conocido, bien porque pertenecían a una etapa ya cerrada de tu vida, bien porque tomaban caminos distintos.
Ahora, una vez más, hemos vuelto a alterar el curso natural de las cosas. Tu lista de amigos del Facebook, por lo general, es un inventario de fantasmas del pasado de los que, en otros tiempos, te habrías enterado de cómo les iba porque un marinero tuerto y con pata de palo te contó borracho en un tugurio de puerto que lo había visto trabajando de ballenero en Alaska.


Ahora no. Ahora no hace falta una situación tan romántica porque a tu amigo de la infancia o compañero de universidad lo tienes entre tus amigos y ya has visto las fotos que ha subido posando en la cubierta de un barco junto a una enorme ballena recién cazada. Y tú, impresionado, has clicado 'me gusta'.

Ese mismo amigo que en pocos días subirá más fotos comiendo sushi en un bar de Japón donde han desembarcado la mercancía y que un día, para tu sorpresa, verás en un capítulo de 'Españoles/madrileños por el mundo', esa serie bicéfala que promete ser más longeva que Top of the Pops y Cuéntame juntos. Pues bien, ese amigo es uno más entre los 134, 256, 344, 527, 675 o 1.050 amigos de tu perfil de Facebook.
Y sinceramente, al lado de cualquiera de esas cifras, las calles estas de los dos y los cuatro amigos no es que palidezcan, es que hacen el ridículo.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Manifiesto II




"La madurez está en la afirmación.
Hay que afirmarse, ser excesivo, sectario, extremo y radical en lo que uno está haciendo aunque se equivoque.
En el arte no hay verdades ni mentiras absolutas."

Fernando Botero



viernes, 2 de marzo de 2012

H2O


A.k.a. agua, agua, agua, que baja por la montaña y nos refresca y nos ayuda a que pasemos la semana, que cantaba Ana Torroja en Ya viene el sol. Y ahora a ese mismo sol lo está tapando un nubarrón muy negro. Si nadie lo remedia, si nadie se lo impide, la Espe está dispuesta a privatizar el agua de Madrid.
A los italianos por lo menos, para una cuestión como esta, tuvieron la decencia de consultarles en referéndum. Y dijeron que no, por supuesto.

Que es lo que tendría que pasar aquí, y no permitir este robo y este escándalo. Y que no me vengan los de siempre con el argumento de siempre, que si una empresa pública es un ente perezoso y oxidado, un desastre de administración y eficiencia, un caos que acaba en hundimiento y colapso.
Pues qué quieren que les diga, a mí todo eso me suena más a Enro, Lehman Brothers, Nueva Rumasa y Viajes Marsans, todas empresas privadas. Y eso que solo he citado unas cuantas, así de las más recientes en quebrar.

Si me pusiera a hacer una lista exhaustiva de todas las que se han ido al carajo por una pésima gestión, desfalco, malversación, corrupción, ineptitud o desidia, este post mediría la distancia que hay de aquí a la luna, y puede que con billete de vuelta.


Hablando de eficacia, si hay algo que admiro de los voceros y cheerleaders de la Escuela de Chicago es su capacidad de intoxicación. A fuerza de repetirlos casi como doctrina oficial, sus mensajes han calado en el cerebro de la gente.
Como el de identificar empresa pública con peso muerto, con lastre ineficaz y poco rentable, con despilfarro, cuando no es más que una burda mentira: lo público, por lo general, funciona bien, y no reconocer esto es de miserables.

A mí por lo menos cualquier empresa pública me da mejor servicio que Movistar. Y puestos a pensar en cuevas de ladrones, me vienen muchos más nombres a la cabeza y, qué casualidad, todos de compañías privadas.
Que anda que no tardan en pactar los precios, con lo que el argumento que le gusta tanto a nuestra alienada lideresa, esa que gobierna entre deliriums tremens y manías persecutorias, de que liberalizar el mercado redunda en beneficio del consumidor al haber más competencia no se lo cree ni ella.


La gente debería ser menos tonta de los cojones y espabilar. Darse cuenta de una vez de que los neoliberales son un hatajo de sociópatas. Desmantelar lo público y convertirlo en negocio significa fulminar todo un tejido de cohesión social para repartirlo en dividendos, bonus inflados y jubilaciones millonarias.
Dando a la gente, por supuesto, un peor servicio, a ser posible deslocalizado para abaratar costes, ya se sabe, con lo que a lo mejor el agua, en vez de venir de la sierra, nos acaba llegando de Bangla Desh o de alguna provincia de China.

Y no quiero ni pensar en las condiciones fitosanitarias de ese agua china... Pero esta es solo una visión del futuro, si finalmente la lideresa tipití tipitesa y sus secuaces se salen con la suya.
Otra es que, si les dejamos hacer, dentro de poco habrá en Madrid tres tarifas para el agua: la Premium, la Medium y la PPLP (Potable Por Los Pelos), calidad más o menos aceptable según tu abono y, en cualquier caso, precios abusivos.


Teniendo en cuenta además que tratarán de rentabilizar la cosa con mínimas inversiones, con lo que al final, y para ahorrar costes, acabarán por no echarle ni flúor al agua. O dejar que se pudran las cañerías.
Ya hemos visto en Argentina cómo se las gastan los gestores privados de empresas que en su día no solo fueron públicas sino joyas de la nación o de la ciudad. Las convierten en bisutería, después de engordar obscenamente sus bolsillos.

Podemos olvidar muchas cosas, dónde hemos dejado las llaves, apagar las luces al salir o recoger los niños del colegio, pero lo que no se nos puede olvidar en ningún caso es que la empresa privada solo busca el beneficio más grosero.
El bien o el interés público se lo pasan por el arco de triunfo: aquí lo único que importa es ganar pasta.
Ya lo escribió en 1970 Milton Friedman, el gurú de la economía neoliberal: la única responsabilidad moral de una empresa es aumentar los beneficios de los accionistas.


Avisados estamos. Lo peor de todo, lo más bochornoso, será el proceso de privatización del Canal de Isabel II que será, cuando menos, altamente irregular.
Seguramente pasará como cuando Álvarez del Manzano privatizó los servicios funerarios de Madrid, que se lo vendió a unos amigotes por 60 céntimos.
Un precio simbólico para un lucrativo negocio, que si hay algo que la gente no va a dejar de hacer, con crisis o sin ella, es morirse.

Y esto, otro negocio redondo entre políticos apandadores, es lo que hay que evitar con el agua de Madrid.
Aquí la excusa de siempre, esa de que las empresas públicas son un desastre, no vale: el Canal de Isabel II es un modelo de gestión. Que además, oh milagro, es rentable para los madrileños. Si la privatizamos, en cambio, solo será rentable para unos pocos.
Mientras tanto, los demás racionaremos el agua (mala y cara) del grifo como si viviéramos en el África subsahariana. Olvidarnos entre otras cosas de la ducha diaria que, una vez más, lo de lavarse será cosa de ricos. A lo mejor vuelve hasta el piojo verde. Menudo panorama.


Y aunque la experiencia no sea tan amarga, sí que existen pruebas de que lo de privatizar el agua no ha funcionado. Como en París, por ejemplo, donde ahora se está dando el proceso inverso.
Así que, antes de escarmentar en carne propia lo que parece inevitable, hay que movilizarse. De momento se ha convocado una consulta social por el agua, con mesas donde votar en pueblos y ciudades de la Comunidad.
No se puede tolerar esta rapiña descarada del patrimonio de todos por una manada de hienas carroñeras. Nos venden lo público como sinónimo de ruina cuando para ellos, en realidad, significa ‘expolio’.


Yo procuro siempre que puedo recurrir al humor, pero este es un asunto muy serio. Los ciudadanos debemos trazar una línea roja. En un momento dado, si la lideresa no da su brazo a torcer y dudo que lo haga con esa soberbia que tiene, los madrileños, antes que permitir que se privatice el agua, deberíamos envenenarla entre todos.
Al agua, me refiero, no a la lideresa.
Esa tiene bastante con su propia hiel.