viernes, 18 de julio de 2008

Ayuda a tus mayores




Una vez fueron como tú,
bebían, fumaban cigarrillos y esnifaban pegamento.

Ayuda a tus mayores,
no te limites a dejarlos en una residencia,
no es que allí tengan mucha diversión.

martes, 15 de julio de 2008

Arquitectura & Decrepitud





Residencia Las Praderas, Pozuelo de Alarcón.
Para empezar, no entiendo por qué le ponen un nombre así, cuando las praderas son algo lleno de vida y aquí la sensación que domina es precisamente la contraria, la anti-vida.
Hablamos de un lugar donde la vida se escapa a chorros, donde no hay diferencia entre los residentes y los muebles, igualmente viejos. Que apesta a alma desahuciada y donde la decrepitud también puede olerse. Y es un olor intenso e incómodo que lo impregna todo, que se masca en el aire y se palpa en puertas y paredes porque es como una emanación, una nube tóxica, una radiación nociva.
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Se te encoge el alma entre tanto bulto frágil, arrugado y en babia. Y los pocos que entran conservando algunas facultades mentales, al poco las acaban perdiendo, contagiados del ambiente catatónico.
Si es verdad que existe un karma colectivo, el de esta residencia es un karma terminal, un karma vacío de emociones, nociones y recuerdos, un karma que vegeta en equilibrio precario, un karma que agoniza.
Su hálito, como el de los viejos, huele a medicinas y a muerte.
Y te rodea por todas partes.
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El bulevar de las mentes perdidas.
La mayoría de sus residentes tienen la cabeza extraviada; algunos han pasado incluso un punto de no retorno. Podríamos decir que el estado mental de esta residencia es el de no-mente.
Todo en ella es decadencia y decrepitud. Para reforzar esa impresión, la decoración es kitsch y anticuada, con muebles de metacrilato con cantoneras y rebordes de latón dorado, tapetitos de ganchillo, butacas de eskai color diarrea, teléfonos de pared de posguerra, objetos de adorno sacados de algún emporio chino de baratijas horteras, visillos con estampados que podrían constituir alguna forma de delito, flores de trapo llenas de mugre...
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A la decadencia física le acompaña la decadencia estética, lo que lo convierte en un lugar realmente desasosegante.
Nunca he estado entre cuatro paredes donde la negación de lo vital, como principio y como fundamento, sea tan evidente: espectros cochambrosos que deambulan por los pasillos, cuerpos sentados aquí y allá que podrían pasar por disecados y una señora arrinconada en una silla de ruedas, igualmente ensimismada en sus cosas (o no-cosas) que parece llevar ahí siglos, como una especie de sibila minusválida...
¿Habéis oído hablar de la "antesala de la muerte"'
Bueno, pues yo he estado y es esto.
Un sitio deprimente y horrible donde la única vida que chisporrotea es la de los tubos fluorescentes.

miércoles, 9 de julio de 2008

Panteón







A veces, en medio de tanta gente, uno se siente solo.
Y otras, en medio de panteones clonados en su mediocridad, se encuentra con sorpresas como esta.
Un diseño limpio, distante, enigmático, conceptual, de inspiración zen y aristas austeras, un monumento abstracto como corresponde a esa suprema abstracción que es la muerte.
Un cubo casi metafísico, como sacado del fondo de un cuadro de Di Chirico... Aunque yo habría ido más allá -total, que le queda a uno ya que perder- y, llevando la metafísica y lo conceptual al extremo, no le habría puesto puerta.
Sin dejarse arrastrar por delirios dadaístas, lo cierto es que, lejos de excesos barrocos de orlas, guirnaldas, columnas, jarrones y angelotes, lo espiritual, como mejor se expresa, es con el minimalismo.
La forma desnuda, ascética.
La pureza destilada.
Lo esencial.
De eso precisamente se trata, ¿no?
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Reflexiones aparte, quisiera resaltar dos detalles.
Uno es la entrada, enmarcada con un quicio saliente de granito, proyectándose en el espacio como si realmente fuera la boca de un túnel espaciotemporal.
La puerta, con esos perros guardianes en las aldabas que quizá sean los que vigilan el checkpoint del infierno, es sin duda una pieza de carpintería exótica, una interesante muestra de artesanía antigua comprada probablemente en un zoco de Marrakech.
El otro detalle digno de mencionar es la cuña sobre el nombre de la familia a la que pertenece el panteón, a la que sólo le falta un buda sentado delante y en la que parece imposible dejar otra cosa que no sean varillas de incienso.
A la vista de estos panteones híbridos, la conclusión es obvia: Oriente está por fin chocando con Occidente en nuestros cementerios.