jueves, 21 de enero de 2010

Cuando supe que existía usted, señora



No daba crédito de lo que podía dar de sí.
Las pasiones que podía levantar, la atención y el reconocimiento que llegaría a acaparar, lo que era capaz de inspirar a gays de humor ácido y frikis varios que practican antropología social con retranca.
Al menos en el Facebook, la señora se ha convertido en la gran protagonista social, en icono de inefable estilo propio, en la musa sin discusión.

En su honor se han creado cientos -tal vez miles- de grupos de los que poder hacerte fan.
Cualquier usuario recalcitrante de esta red de redes sociales sabe de lo que estoy hablando.
La señora española, esa gárgola repeinada y teñida que nos rodea por todas partes, de costumbres extravagantes y mentalidad entre lo retro y lo que se sitúa fuera del espacio y el tiempo, se ha convertido en todo un fenómeno social.


Yo he querido contribuir a la lista de "Señoras que..." con unos cuantos más de cosecha propia y que han sido compilados observándolas o escuchándolas por las calles, en el banco de algún parque, en la cola del supermercado o usando el transporte público.
Ahí van:

"Señoras que hablando de tiempos pasados dicen: 'Entonces andaba Dios por el mundo'"

"Señoras que presumen de que su nieta es 'guay'".

"Señoras que se asoman a un cochecito de niño y exclaman:'Va de azul. ¡Chicazo!'"

"Señoras que a continuación le dicen a la madre: "Que lo veas de comunión y luego casado, y con hijos y con nietos'"

"Señoras que están en todas y añaden juiciosas: "Y si no se casa, de mayor'"

"Señoras que sobre el aborto comentan: "Hay que ver, que se permita eso y no la eutanasia... Porque yo estoy a favor de la eutanasia pa mí'"

"Señoras que tienen el Wegue Wegue de tono del móvil"

"Señoras que tienen el Bad Romance de Lady Gaga"

Y hablando de Lady Gaga, eso es lo que tienen precisamente las señoras, que son como la cantante italoamericana, so freaking gorgeous!

sábado, 9 de enero de 2010

Nueve revistas y media


Las fotos pertenecen a la mesa de una salita de espera de una de las tres sedes del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, concretamente la de la calle Alfonso XII.

Lo que se amontona sobre ella son revistas y más revistas, todas relacionadas con agricultura, pesca o ganadería. Yo había oído que existían publicaciones especializadas hasta lo grotesco, como una dedicada al apasionante mundo de los ascensores y montacargas que descubrí aquí, poniendo a prueba, una vez más, esa credulidad mía que a veces parece una actriz secundaria de Candy Candy.

Pero lo de este ministerio ya es harina de otro costal: jamás pensé que se pudiera dedicar toda una revista a la vaca frisona o al cerdo ibérico; supongo que público habrá, por más que me cueste visualizarlo.


Enumero las revistas que se apilan sobre la mesa: “Huella rural” (revista trimestral de desarrollo rural), “Agronatura” (revista de agricultura y medio ambiente), “Dieta mediterránea” (número especial con la pera de Lleida en portada), “Mujer rural” (revista de la Federación de Mujeres y Familias del Ámbito Rural), “Huella” (revista trimestral de política regional europea), “Tierra y vida” (revista informativa profesional de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores de Sevilla), “Cooperación” (revista da Asociación Galega de Cooperativas Agrarias), “Asaja” (El campo de Castilla-La Mancha), “Frisona española” (con Carmen Machi en portada, posando pizpireta junto a un hermoso ejemplar de esta raza), “Cerveza y salud al día” (publicación del centro de información Cerveza y Salud), “Qualitea” (turismo y dieta mediterránea), “Solo cerdo ibérico” (¡con más de 130 páginas dedicadas al bicho!), “Horticultura” (revista global de industria, distribución y socioeconomía hortícola), “7 aceitunas news” (boletín informativo de Interaceituna, organización interprofesional de la aceituna de mesa), “La tierra del agricultor y ganadero” o, finalmente, la única que en todo este amplio muestrario tenía algún sentido, “Desarrollo rural y sostenible”, revista de más de 60 páginas editada por el mismo ministerio.
Y eso que he omitido unas cuantas por no hacer la lista demasiado larga.


Resumiendo: un disparate.
Todas estas revistas suponen un derroche injustificable de energía, recursos y papel cuché (porque el papel de todas ellas es satinado, grueso, de la mejor calidad y en cuatricromía, para qué escatimar gastos puestos a hacer una revista representativa).
Cuesta asumir tanto despilfarro innecesario, y más en un ministerio como este, que predica la reducción de la huella ecológica y el uso racional de los recursos.
Una contradicción flagrante con lo de permitir que talen un buen cacho de Amazonia para que la vaca frisona pueda proclamar al mundo, tolón tolón, que no es una vaca cualquiera.

Lo peor de todo es que en el ministerio están de acuerdo: “En efecto, es un despilfarro. Pero ¿sabes lo que pasa? Que en la mentalidad de toda esta gente, si no tienes una revista, es como si no existieras en el sector.”
La impenitente manía española por aparentar; en eso no tenemos remedio. Aun así no dejo de preguntarme, tal como se supone que están las cosas, si el sector realmente necesita saber de la existencia de la Federación Nacional de Aceituneros Altivos de Jaén mediante una revista totalmente prescindible y que además no lee nadie porque los contenidos son lo más desalentador en cuanto a gancho y atractivo, incluso para el aceitunero altivo de Jaén más fanático.


Y más cuando ahora todo ese contenido de interés tan limitado -que si la promoción de la aceituna española de mesa en los países bálticos, que si la presentación oficial de la nueva máquina deshuesadora, que si entrevista con el técnico diplomado en relleno de pimiento o anchoa…- podría volcarse perfectamente en un sitio web, que si de algo tiene que servir la Red es para aliviar al planeta, con su versión on line, de la publicación de tanta y tanta revista absurda.
Hay cosas, creo yo, que son de sentido común, sin necesidad de irse a Copenhague a chillar detrás de una pancarta.