lunes, 28 de mayo de 2012

Dieselpunk


Yo no tengo muy claro qué es el zeitgeist de una época, pero a veces, aunque no sea consciente, como que me atrapa y me envuelve en su torbellino. O en su abrazo de oso. Si no no se explica que, justo cuando haya parido el libro 'Madrid Art Decó', descubra que hay un movimiento retrofuturista relacionado con ese estilo y su era: el Dieselpunk, tan asociado a él que también es conocido como Decopunk.


A esto lo llamo andar lubricado con el espíritu de los tiempos. O ser oportuno, no sé. El caso es que me van a permitir, cazándola al vuelo, un poco de autopromo. Así soy yo, autorreferencial como los programas de Tele 5, que es un modelo de televisión que se retroalimenta a sí misma.
Y no es que pretenda ser el Paolo Vasile de los blogs, pero bueno, hago mis pinitos. Pero vamos a dejarnos de árboles. Aquí no se trata de cantar a la naturaleza sino a la industria, al progreso y a la máquina.
Sobre todo a la máquina, a su potencia y belleza de líneas, a ser posible con un esbelto diseño aerodinámico, como se hacía en los años 20, 30 y 40 del siglo XX, como consecuencia del progreso tecnológico y de la influencia del Manifiesto Futurista.


Y esa misma época, extendiéndola hasta la década de 1950 e incluyendo en ella elementos bélicos de la Segunda Guerra Mundial, de ciencia-ficción, de literatura pulp, de cine noir, de superhéroes con pistolas de rayos, es en la que se inspira el Dieselpunk.
Es una corriente nostálgica bastante reciente y que va más allá del Steampunk, ese fenómeno que todavía están regurgitando las pocas revistas de tendencias que quedan. Como gracias a ellas, las últimas mohicanas, el Steampunk es más o menos conocido por el gran público, lo mejor que podemos hacer es comparar el Dieselpunk con él.


El dieselpunk, para empezar, es su sucesor natural en el tiempo: si el steampunk se inspira en el periodo que va de 1850 a 1910, el arco temporal del Dieselpunk se extiende de la década de 1920 a la de 1950. Es además más underground, oscuro y hasta gótico, tomando tanto del tenebroso Expresionismo alemán como de una ciudad de ficción como Gotham City y esos urbanismos de rascacielos colosales con carreteras y vías de metro a varios niveles. De lo que no tiene nada es de la acartonada hipocresía victoriana: es atrevido y audaz, escucha jazz y apuesta por las vanguardias.
El Dieselpunk se ensucia con aceite y gasolina y prefiere los paisajes industriales y las salas de máquinas llenas de palancas esotéricas, enormes engranajes de ruedas dentadas y manómetros de cristal rajado. Mientras el Steampunk es hierro, bronce, madera y cuero, el Dieselpunk es acero bruñido y cromo brillante y, en vez de moverlo el vapor, lo mueve un motor de combustión interna. Y mucho más rápido.
El dieselpunk, por último, confía plenamente en el futuro, es visionario y mucho más épico y heroico que el steampunk, como muy bien refleja la película Dieselpunk por excelencia, Sky Captain and the world of tomorrow.


Película que constituyó todo un homenaje a una exposición capital, El mundo del mañana, que se celebró en Nueva York en 1939-40 y que podría servir de escenario perfecto a cualquier trama Dieselpunk. Como también los decorados de La vida futura, película de 1936 de William Cameron Menzies, en cuyos diseños vanguardistas se contó con la colaboración del pintor, escultor y fotógrafo húngaro Laszlo Moholy-Nagy.


De todas formas, quien quiera una explicación más detallada, la podrá encontrar aquí. Y en este interesantísimo blog, hacerse una idea de la reivindicación estética del movimiento mediante fotos y carteles.
Llámalo casualidad o extraña armonía con el zeitgeist, esa en la que de repente todo encaja, pero a mí este movimiento retrofuturista me viene de perlas como complemento a la publicación del libro; no podíamos haber estado mejor sincronizados.
Ya digo que, a lo tonto, como siempre, me veo engolfado de lleno en el espíritu de los tiempos, que no se tiene por qué aparecer necesariamente a medianoche como los de Dickens; se te puede revelar en cualquier instante.
Y esta vez lo ha hecho para unir mi libro dedicado al art decó madrileño y el Dieselpunk en, como suele decirse, un maridaje perfecto.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Animales políticos


La civilización no ha vuelto a ser la misma desde que se aceptó pulpo como animal de compañía, dirán algunos. Otros pondrán como hito el día de 1997 en que presentaron a Dolly, la oveja clónica. Yo sostengo que esto se ha puesto patas arriba, dando además un triple salto mortal en el aire, desde que el elefante, símbolo tradicional de los republicanos norteamericanos, se ha convertido también en la mascota de los republicanos españoles a raíz del incidente en Botsuana, por mucho que unos republicanos y otros no tengan nada que ver.



Salvo en el bicho, claro. Porque los republicanos de allí suelen tener un tocino rancio por ideología y los de aquí suelen ser, en su inmensa mayoría, de izquierdas. No tienen en común más que el nombre y, ahora también, la mascota. Piruetas que hace la vida.
Aunque para paradoja final, paradoja de traca, paradoja perfecta, el caso del toro de Osborne, adoptado en nuestro país como emblema por los españolistas más recalcitrantes y toreros.
Alucinados se quedarían muchos de ellos si supieran que lo diseñó un comunista acérrimo, lo que una vez más me convence de vivir en un planeta gobernado por las leyes de la relatividad, la contradicción y la ironía y me impide, por otra parte, tomarme nada demasiado en serio.

miércoles, 2 de mayo de 2012

La carrera religiosa explicada a los niños


También conocida en seminarios, catequesis, internados religiosos y sacristías por el informal y más lúdico nombre de 'Corre corre que te pillo, monaguillo'.

Amén de ser un trabajo seguro en estos tiempos de tribulación, y de tener detrás el respaldo y la experiencia de una multinacional como Vaticano Inc., si tienes más piernas que escrúpulos lo podrás encontrar hasta divertido.

Gorditos y asmáticos, por tanto, casi mejor abstenerse.