domingo, 23 de octubre de 2011

Balas son amores


Si hay algo de lo que no nos libramos en este mundo es de que silben las balas.
El mismo día en que ETA anunciaba el cese definitivo de su política a base de bombas y tiros, compartiendo bloque de noticias, se encontraba uno con las imágenes de la agonía de Gadafi.
Patético final el de este hombre: pasó de ser un dictadorzuelo de musical de Gran Vía con estilismos de la escuela Tino Casal-Rappel a acabar linchado y fulminado por dos disparos certeros, uno en el vientre y otro en la cabeza.
Y la tele, tan carroñera, mostrando bien de cerca su cara ensangrentada y el orificio en la sien.
Disgusting, cuando menos.

Pero ya nos hemos hecho callo. A veces lo advierten antes, otras sobreimpresionan lo de 'estas imágenes podrían herir su sensibilidad' pero la verdad, no sé para qué se molestan si a nadie le queda ya.
Sensibilidad, digo.
No es que la tengamos ya entumecida por habernos acostumbrado a cualquier cosa; es mucho más alarmante que todo eso: la realidad es que nos regodeamos, más o menos secretamente, con cualquier tipo de imagen morbosa.


Nos gusta la carnaza, qué se le va a hacer. Es un impulso primario. Ahora nos contentamos con verlo por la tele, pero antes la sangre y las vísceras las veíamos live, en el circo romano o en la plaza pública donde cortaban cabezas o quemaban vivos a herejes y brujas.
Entonces nadie se molestaba en disimular, pa qué, si todavía no habían llegado Gandhi ni lo políticamente correcto: la turba, sin cortarse un pelo, rugía. Menudo subidón de adrenalina colectivo debían ser aquellos combates de gladiadores y aquellos autos de fe.

Ahora nos entran más remilgos, más escrúpulos de conciencia, que por algo estamos más civilizados, pero el placer culpable es el mismo. Y así oyes en los corrillos: 'Viste lo de la cogida del torero, ¿no?' El otro u otra pone cierto mohín como de fingir asco y añade: 'Sí, qué fuerte, con el ojo colgando', casi relamiéndose y con los ojos brillando.
Para lo único que al parecer seguimos teniendo escrúpulos es con las imágenes de sexo o una panorámica de tetas o genitales, que es algo que nunca he entendido. Pero no voy a meterme ahora en esta jungla de manglares. Lo que yo quería es comentar la presencia omnipotente de las balas en nuestra sociedad. Bueno, en unas más que en otras.


Es el caso de Estados Unidos, donde una parte importante de su población mataría -literalmente, me temo- antes que renunciar a su derecho a portar armas. De forma muy coherente, ha sido en ese país donde ha surgido una empresa funeraria de lo más peculiar. Se llama Holy Smoke y, ante la disyuntiva del entierro o cremación cuando falleces, ellos te proponen otra: meter tus cenizas en balas -unas 250, en calibres estándar-, al módico precio de 850 dólares. Por 100 $ más, entregan los cartuchos en un bonito estuche de madera.
Pero lo que no tiene precio, como dicen ellos, es que 'puedas seguir protegiendo tu hogar y tu familia aun después de haberte ido'.
Esto es pensar en todo, darles la chance a tus deudos de defenderse del asalto de una banda de delincuentes disparándoles con balas cargadas con tus restos.
Con lo que el duelo de muchas familias norteamericanas a partir de ahora será más animado que un baile en el granero: anda jaleo, jaleo, ya se acabó el funeral y ahora empieza el tiroteo.
Y no sé qué es peor, si guardar munición con las cenizas de tu padre o esnifártelas en unas rayas como hizo Keith Richards.
Yo por lo menos tengo serias dudas de qué preferiría, si unos tiros o unos tiritos.

miércoles, 12 de octubre de 2011

El bucle que vivimos peligrosamente



El rumor corre por ahí, algo se está gestando,
lo que quiera que sea que pueda venir, el mundo sigue girando.
Dicen que el próximo gran acontecimiento está aquí,
que la revolución está cerca,
pero para mí todo está bastante claro
que solo es un pequeño trozo de historia repitiéndose.

sábado, 1 de octubre de 2011

Bono bueno, el bonobús


De verdad que a uno cada día le cuesta más entender a los borricos que gritan Viva España como si esto fuera el paraíso sobre la Tierra. Y sí, bueno, tenemos el clima, el gazpacho refrescante y la tortilla de patatas, deconstruida o no, al hidrógeno o según la receta de siempre, pero vamos, poco más. Ah sí, y muchas ganas de juerga. What the fuck, aquí la gente está muy loca. Si hay algo con lo que flipan los guiris, más allá de la Alhambra y la sangría, es con nuestra fiesta incombustible.

Pero para lo demás, caspa, caspa y más caspa, hasta el punto que ahoga. Un buen ejemplo de ejto ej el Bono, que ej como la versión moderna de Sancho Panza pero en político.
Y es que lo manchego últimamente ha hecho mucho daño.


Lo que son las cosas, hace años, vascos, gallegos y catalanes se quejaban de que por ahí fuera solo nos conocieran por los tópicos de la flamenca y los toros, que eran andaluces más que nada. Pues bien, el folclore ha dado un vuelco: de un tiempo a esta parte lo manchego se ha apoderado definitivamente de la marca España.
Entre el humor de José Mota, el de la Muchachada Nui, Almodóvar, José Bono, la Cospe y clásicos de siempre como la Montiel, España apesta a pipirrana.
O lo que es igual, las gallinas que entran por las que salen y la boina, con o sin gafas de pasta, bien calada.


Y yo no sé que es peor, si un traje de faralaes, que al fin y al cabo es un kitsch muy pinturero y tan salao como las mujeres que lo llevan, o este bandazo a lo más profundo de los surcos de Cuenca y Albacete que, como bien afirma la sabiduría popular, caga y vete. La sabiduría popular es lo que tiene, que hila muy fino.
El caso es que estoy de José Bono hasta su implante capilar, que no el mío, gracias: yo, aunque blanco nuclear, conservo todo mi pelo. Y mira por donde, ahora este rollo Tous y Helen Mirren es tendencia, así que ni a propósito.


Pero vamos a lo nuestro, que es hablar un poco de la casta/caspa de los políticos españoles, últimamente en la diana de todo el mundo. El señor Bono, que debería ir a un logopeda a recuperar el sonido de la ese, con lo bonito, sensual y sibilante que es, cada vez que abre la boca es para soltar, más que perlas, cagarrutas de cabra.
Y esa cara de cura de pueblo, por diossssss, que le pones una sotana llena de lamparones y un campanario y eso que te ahorras de casting.


Además, me pone enfermo con sus ridículos conflictos de cristiano socialista, como si le estuviera encendiendo una vela a Nike y otra a Adidas, cuando debería ser absuelto de todo remordimiento porque él, en el fondo y no tanto, no es más que camisa vieja y cristiano antiguo.
No sé a quién pretende engañar con esa comedia, si ante papas, cardenales y obispos se le cae la baba. Con Rouco, sin ir más lejos, se pone de un zalamero que asquea.
En realidad cualquier ropaje talar le hace inclinarse y poner el culo en pompa que menos mal que tienden a la pederastia y no les van los políticos maduros tuneados a lo Berlusconi, que si no yo temería seriamente por mi orto.

Luego está lo que se han enriquecido él y su familia después de años de virreinato absoluto, asunto que, aunque algunos medios interesados lo distorsionen, es un hecho incontestable.
O que su partido criticara tanto la boda de la vástaga de Aznar en El Escorial y la suya, para no ser menos, tuviera también una boda de princesa, que para eso, por ser hija de Bono, forma parte de la aristocracia de este país.
Eso sí que debería producirle conflictos como el socialista que dice que es, y no el hecho de que vaya a misa los domingos como todos los catetos de pueblo, bien repeinadito, brillante de gomina y con su mejor traje.


Barreda, su sucesor, por lo menos tenía pelo-tendencia y era imprevisible y divertido, con su pose de rebelde y sus salidas de tono. Será por eso que ha durado poco. Ahora la Reina de La Mancha ya no es la Montiel ni Rocío Dúrcal que es, con peineta, misal y mantilla, doña Dolores de Cospedal.
Y no digo por la gracia de Dios porque, a día de hoy, el paripé electoral sigue funcionando y es lo que la avala, pero casi.

Pero de esta señora siempre inspiradísima ya hablaremos otro día, que ella se merece un post y lo que haga falta, peazo de mujer, gloria uterina de la patria, aguerrida hembra en un partido prolífico en ellas, monísima de la muerte, de falda corta y lengua larga, la Nancy nacional-católica, Agustina de La Mancha.