sábado, 24 de octubre de 2015

Un genio en mi taza


Si no fuera por lo que tiene de contradictorio, diría que he presenciado un milagro: el rostro de Nikola Tesla se me apareció una buena mañana en la taza del café. Ni en eso fue convencional: prefirió este formato más innovador al de la vulgar y socorrida tostada.
Las tostadas, pa Jesús. Tesla juega en otra liga.

En un primer momento tuve mis dudas. ¿Epifanía o pareidolia? Da igual: ya he proclamado el milagro. Ahora solo espero convertir la cocina en santuario y la taza en objeto sagrado, para que los devotos de Tesla acudan en peregrinación.
Pero no me engaño: sé que las masas necias seguirán prefiriendo viajar en rebaño a los sitios de siempre: Jerusalén, Lourdes y La Meca, aunque mueran en estampidas o les aplasten las grúas (¿era este al final el lenguaje perdido de las grúas, antimahometano?).
Como diría Tesla, cuando se cree en lo irracional, uno se comporta también de modo irracional. Y hasta te mereces lo que te pase, por borrega.