miércoles, 26 de noviembre de 2008

Días tóxicos







Así estamos como estamos, por culpa de tantos activos, productos y valores tóxicos.

Crédito fotos inferiores: Chris Tran Van.

martes, 25 de noviembre de 2008

Religión alternativa (ciencia como sacramento)


"Me inclino a creer en esto: en la ciencia, las matemáticas y la física.
Dicen que el mundo es un lugar sumamente complejo pero que en la raíz, en su nivel básico elemental, es el reino de los sucesos fortuitos, gobernado por el azar y la incertidumbre. No tiene sentido, ningún sentido lógico que podamos comprender... Pero lo que hacemos los seres humanos en nuestra vida cotidiana es fingir que sí tiene sentido, que en todo hay un significado y un fundamento sólido que descubriremos algún día.
Sin embargo, creo que en el fondo de nuestro corazón tenemos que creer lo que nos dicen las matemáticas y los físicos."

William Boyd, "Las nuevas confesiones"

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Física o química


La primera es esa ciencia que explica los resortes y mecanismos que mueven el Universo con sutilísima eficacia. Un conjunto de leyes misteriosas pero inexorables que se cumplen a rajatabla en todos los casos, sin variaciones dramáticas ni desagradables sorpresas.
Nada, por otra parte, escapa a su influencia: todo en este mundo y fuera de él, en esa vastedad cósmica que se extiende ahí fuera, sigue escrupulosamente las leyes de la Física.
Leyes, por cierto, que nadie cuestiona.
Lo que me resulta de lo más llamativo en estos tiempos sin verdades absolutas, en los que para casi todo conviven sin problemas dos versiones o teorías alternativas: Evolución vs. Creacionismo, Holocausto vs. Negacionismo, Telemadrid vs. Cuatro, el hombre conquistó la luna/jamás la pisó y todo fue un montaje, Al Qaeda existe y es una amenaza real/para nada, sólo un invento de los americanos, Lady Di murió en un accidente casual/provocado, la Guerra Civil comenzó en el 36/34, el 11-M fueron los hutus/los tutsis...
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Ante esta tendencia revisionista, no me explico por qué la Física no tiene igualmente su parte de polémica y controversia; es algo que me desconcierta por completo, por mucho que sus leyes no admitan contradicción.
Así que para arreglar el desajuste voy a proponer una teoría alternativa a la Ley de la Gravedad. Es simple, es esta: las manzanas no caen, se tiran porque tienen tendencias suicidas.
Hay que entenderlo: ser manzana es aburridísimo, todo el día colgada del árbol sin nada que hacer, desesperada porque te penetre un gusano, esperando lánguidamente, en ese corredor de la muerte que es la rama, a que te recojan para hacer contigo sidra El Gaitero que, si uno lo piensa bien, es un final bastante indigno.
Otra cosa bien distinta es que te llames Apple y seas hija de Gwyneth Paltrow y Chris Martin de Coldplay.
En este caso, la vida de una celebrity kid, por mucho que se llame manzana, es siempre de la variedad golden.



De las dos la química es la que más mal rollo da, la que repele a mayor número de personas.
No deja de ser una absurda paradoja, puesto que todos nos servimos de ella para estar más guapos, conservar la comida más tiempo y tenerlo todo desinfectado y limpio. Pese a sus numerosas e indiscutibles ventajas, la química es una ciencia para muchos sospechosa y oscura, potencialmente nociva o tóxica.
Esta quimofobia viene de antiguo: la química siempre ha tenido muy mala reputación. Será porque, antes de ser reconocida como ciencia, se la consideraba una variante de magia negra.
Me refiero a los oscuros tiempos de la humanidad en que era conocida como alquimia y se practicaba en sótanos lúgubres con fórmulas secretas y ritos que se tenían por diabólicos.
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A algunos de aquellos pioneros se les llegó a quemar o condenar por brujos, cuando además de maestros del conocimiento gnóstico fueron padres fundadores de la química moderna, esa que hace nuestra vida tan agradable, perfumada y aséptica.
El paradigma ha cambiado desde los tiempos de la alquimia clandestina, pero no tanto. La mayoría de la gente sigue percibiendo la química como una disciplina peligrosa con efectos de alto riesgo.
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El prejuicio está bien arraigado en la psique colectiva, hasta el punto de que a la opinión pública le cuesta asimilar la transición de brujo demoniaco a respetable científico de bata blanca. Continuamos presos de nuestra ignorancia medieval respecto a la química, por eso entre mucha gente se da un rechazo casi instintivo hacia sus productos y aplicaciones.
Y no se lo merece, porque esa misma gente olvida fácilmente que siempre ha intervenido para mejorar nuestro bienestar y nuestra calidad de vida.
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Yo al menos no puedo mostrarme tan ingrato.
Por muy frívolo que aparente ser, hay cosas que tengo muy en cuenta. Como toda la felicidad que me han proporcionado Jimmy Neutrón, Quimicefa, la fórmula de la Coca-Cola, el paracetamol, el ibuprofeno y el ácido lisérgico, el desodorante, la pasta de dientes y el nitrato de amilo, los líquidos para lentillas, la gomina para el pelo y los antihistamínicos, el Lorazepam, la anestesia, el Fortasec y los Hermanos Químicos, el Ventolín, el Yacutín y todo lo sintético, por no hablar de esos géiseres como fuentes de Montjuïc que monto en mis experimentos con Coca-Cola light y Mentos.
Todos esos pedorros de amig@s naturistas-nueva-era-kundalini-veganos que tengo me dicen que cómo puedo decir eso, que estoy loco, que la química es veneno.
Pues nada, les digo yo arrancándome por rumbas, si es así, dame veneno que quiero morir, dame venenoooo...

domingo, 9 de noviembre de 2008

Chemtrails


La traducción más aproximada sería estelas o trazas químicas, y se trata de un fenómeno relativamente reciente, observado desde hace pocos años en nuestros cielos.
(Muchos afirman que era prácticamente inexistente antes de los años 90.
Nada que objetar. Con esto no sucede como con los platillos volantes o las armas atómicas, artilugios de los que pueden leerse ambiguas referencias en ancestrales libros sagrados como la Biblia o el Mahabarata).


La interpretación que los más aprensivos hacen de estas caprichosas formaciones de nubes es tajante: estamos siendo envenenados, expuestos a sustancias incógnitas, bombardeados con partículas sospechosas, veladamente irradiados, sometidos a quimoterapia oculta.
El mensaje es espeluznante: al parecer se nos espurrea subrepticiamente con todo tipo de componentes nocivos, cuando no con microrganismos letales. Nos están fumigando como a un campo de lechugas, no se me ocurre otra comparación más gráfica.


Para una mente racional y escéptica, estas mallas de nubes no son sino estelas de condensación o cirros, un fenómeno del todo natural.
En cambio, los paranoicos amantes de las teorías conspirativas más extravagantes descubren en ellas una sombra de sospecha, un propósito misterioso o un expediente clasificado, a salvo de la opinión pública.
Los motivos, según ellos, son diversos: detener o paliar el cambio climático, lo que no deja de ser altruista, y el más alarmante de todos: experimentar con una población desprevenida.
En cualquier caso, o bien se distorsiona el medio con elementos extraños o bien se nos manipula directamente a nosotros, todo esto sin darnos cuenta.
Es muy probable que tengan razón. No ya sólo porque se hayan detectado porcentajes de bario y aluminio -sustancias ambas venenosas- en estas trazas químicas o chemtrails. Es del dominio público que, en la década de los 50, en pleno clímax de la Guerra Fría, el gobierno de los Estados Unidos ensayó en la población -su población- los posibles efectos de un ataque bacteriológico: difundieron diversos virus y bacterias por los sistemas de aire acondicionado de estaciones de tren y autobús del Medio Oeste -inmenso campo de pruebas-.
Todo ello con un fin: establecer el ratio de velocidad con el que uno de estos bichos se propagaba entre la población y a través de una determinada área geográfica.


Yo, la verdad, no sé quién se está molestando en cuadricular el cielo con este Excel aéreo de oscuras intenciones. Ni si nos están rociando con etéreos agentes naranja, pesticidas raros o fósforo de colores: total, por unas dosis más de todo esto, no voy ahora a preocuparme.
A mí lo que me preocupa estos días es cómo se va a refundar el capitalismo en la Cumbre de Washington.
Y me preocupa porque dudo muy seriamente que alguien sea capaz de domesticar a una fiera tan sumamente depredadora y perversa, si es que realmente existe una posibilidad o un interés real -que lo dudo más todavía- en desbravar o al menos poner bozal a este monstruo de mil cabezas que todo lo devora especulando sin piedad y aplicándole un interés sangrante.
O lo mismo me equivoco y lo trasforman en un adorable gatito... Pero no creo: mi margen de error, me temo, es demasiado grande.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Fiesta de los maniquís










Parafraseando el inicio del viejo clásico de los Temptations, “It was the 5th of November the day I’ll always remember, yes I will…”
No sólo yo. Todos, en efecto, lo recordaremos. Un día más allá de lo histórico.
Ahora ya no sólo tenemos música negra. También la política se ha teñido de ese color, de rabiosa actualidad gracias al “bendecido”, que es lo que significa Barack en suajili.
No conocía un entusiasmo igual por el negro desde los 80.
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Habemus imperator, y aparte el hecho fundamental de que por primera vez en la historia de los Estados Unidos, el país que inventó el Ku Klux Klan y la segregación racial, un mulato vaya a ser investido de púrpura, la fiesta de su elección ha sido multitudinaria y global.
La masa de ciudadanos de a pie ha celebrado con euforia en todo el mundo este cambio de mentalidad, de paradigma, quizá de rumbo.
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Unos los llaman “contribuyentes”, otros “consumidores”, otros “peones” (negros, blancos, colorados, qué más da)…
Yo los llamo maniquís… Y después de haber participado activamente en el apoyo y elección de la Gran Esperanza Negra, ahora volverán a su lugar natural, el escaparate de la historia.
Desde allí, como muñecos pasivos que en el fondo son, contemplarán probablemente cómo La Gran Ilusión, como siempre que las expectativas son altas, se queda finalmente en El Gran Chasco.
¿Consistirá el cambio en esto?
Puede que sí, puede que no. En cualquier caso, habrá que darle una oportunidad.
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De la cabaña del Tío Tom a la Casa Blanca, ya veremos en qué queda la cosa.
El futuro es incierto, pero pinte el color que pinte, tanto si es morado, como rosa o negro, como si al final no pinta nada, el sol siempre brillará en la televisión.
Para muchos de nosotros, esto ya es suficiente consuelo.