martes, 20 de noviembre de 2012

Que se jodan



Fuck you, homofobia. Fuck machismo. Fuck you, religión. Fuck Rouco Varela. Fuck you, Hermann Tertsch. Fuck you, Sostres. Fuck the TDT party. Fuck nacionalismos. Fuck you, corrupción. Fuck nepotismo y mamoneo. Fuck Spain is different, si siempre es para peor. Fuck esa pesadilla de mundo neoliberal al que nos quieren arrastrar. Fuck you, PSOE. Fuck you, Tony Blair PASOK. Fuck renegados y traidores de clase. Fuck el clasismo de señoritos y la beatería retrógrada del PP. Fuck you, Angela Merkel -y a ser posible, con un pepino español -. Fuck you, Herr Wert. Fuck you, Ana Botella. Fuck la boquita de la Espe, que ya la podía tener de piñón como los ojitos. Fuck Eurovegas. Fuck recortes. Fuck privatizaciones. Fuck el Régimen. Fuck el 1%. Fuck you, euro. Fuck desahucios. Fuck the bancos. Fuck you all.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Cristo ya nació en Palacagüina


Al llegar a cierta edad, uno asume como inevitables ciertas cosas. Entre ellas, que la derecha de aquí sea tan beatuza.
Lo que no quita para que mi resignación tenga sus límites.
Y estos del PP no es que los traspasen, es que lo hacen con tanques y Hummers.

A mí no me importa tener ministros supernumerarios del Opus, pero, por favor, en una sociedad actual, plural y diversa, las opiniones que les dicte su moral particular deben guardársela para ellos.
O si no, que se vayan a vivir a comunidades puritanas ancladas en el siglo XVIII, como los Amish
Llegados a este punto, tengo mis serias dudas: no sé cuáles son peores, si los ultras católicos o los evangélicos, que también me dan mucho miedo. Aunque son una rama del cristianismo curiosa. Para ellos no hay más película que Jesucristo Superstar.

Pero es un Jesús idealizado, de plástico y neón, como una estrella de Hollywood, una especie de redentor carismático de drogadictos, perdidos y borrachos, tu terapeuta particular.
Al Jesús de los evangelios, en realidad, le conocen poco. O no le pillan la esencia.
O será que el mensaje se pierde con el ruido de fondo.


Mucho Jesús te ama, Jesús es tu colega, tu salvación, tu dildo, pero luego parece que nadie se acuerda de lo que decía Jesús. Y su mensaje era extraduro y, sobre todo, revolucionario.
Ya lo decía él mismo: 'No he venido a traer la paz sino la guerra'.

Por eso acabó como acabó, porque desafió al sistema. Algo en lo que, extrañamente, parecen no caer, que Jesús era un antisistema, un perroflauta, un rebelde con causa, un 15 M, un Occupy Wall Street, un idealista subversivo, un moralista implacable, un vengador de la justicia y un líder de los descamisados.



Si viviera ahora, tendría muy claro de qué lado ponerse. Desde luego, no del de personajes tan siniestros como el Papa o Rouco. Ya lo dijo Leo Bassi, ese bufón lúcido y tocapelotas: 'Jesucristo tiene más que ver con los del 15-M que con el oro del Vaticano.'
Como también te enseñaban los jesuitas con desparpajo que había sido 'el primer comunista'.

Y esto es lo que me tiene loquito, lo miopes -o ciegos- que son para según qué cosas. Tampoco me sorprende: si algo caracteriza a la religión es su visión estrecha.
Y así ocurre lo que ocurre, que de repente algo tan irrelevante como el matrimonio gay les parece una agresión a la familia mientras, de forma harto chocante, obvian otras mucho peores.



Porque mi concepto de 'agresión a las familias' es cósmicamente diferente.
En mi opinión, lo que agrede y destroza a las familias españolas no es que dos maricas o dos bolleras se casen, ya ves tú, como si también me dicen que se desintegrarán con la conjunción planetaria de AldebaránVenus y Urano: majaderías a las que no hay que prestar atención.

Lo que sí es una agresión en toda regla a las familias, un ataque frontal, un acoso y derribo y una declaración de guerra es que les quiten sus casas de forma tan inhumana y rapaz y los echen a la calle.
Porque no hablamos de una o de dos, ni siquiera de un puñado, hablamos de más de cuatrocientas mil.
Cifra a la que habría que añadir esos más de dos millones de niños españoles que viven bajo el umbral de pobreza.


Además de ser un escándalo y una vergüenza, es este estado de cosas, y no el matrimonio gay, lo que mina, maltrata, humilla, degrada y envilece a las familias. Y lo hace a una escala masiva.
Los desahucios, los recortes en educación, sanidad y cultura, la subida abusiva de tasas e impuestos sobre los de abajo, la injusticia profunda que está ocasionando esta crisis en España, sí que contribuyen decididamente al colapso de la institución familiar.
Así que, por favor -que esto es muy trágico y muy serio-, mariconadas, las justas.

En cualquier caso, y volviendo a los matrimonios gays, lo que más me enternece de estos meapilas rampantes es lo poco que parecen entender la verdadera naturaleza de ese Jesús al que presuntamente adoran.
La suya, desde luego, no era una naturaleza tan mezquina.
Es más, está a años luz.


De vivir Jesús ahora, aparte de acudir a Neptuno y mostrar como únicas armas las palmas de sus manos en el aire, estoy seguro de que las bodas de Caná habrían sido la de una pareja de amigos suyos gays, donde se habría desmelenado bailando a Lady Gaga y el I will survive y donde, en un momento dado, habría multiplicado los gintonics y los sushis.

Ustedes, lectores creyentes, disculpen la blasfemia, pero es que la imagen que tengo de Jesús es la de un tipo muy enrollao.
La culpa, se lo digo yo, la tienen los evangélicos.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Su empleado es una celebridad on line, ¿qué hacer ahora?


En primer lugar, no se preocupe: el suyo no es el único caso.
Ni será el último.
Un número creciente de profesionales está usando los 'social media' (blogs y redes sociales) para construirse una identidad pública/personal (o personal/pública) basada en un talento diferente al que muestra en su entorno o un trabajo alternativo.
Y esa identidad es, en otras palabras, su propia marca. Es muy probable que ese contable discreto y de mirada huidiza sea un bloguero de éxito, o que tu mejor comercial, con la misma labia digital que vocal, sea también una estrella en Twitter.


Pues bien, este es nuestro consejo: no desperdicie la oportunidad.
Siga la recomendación de un experto y aproveche la sinergia: considérelos co-marca, o marca compartida. Aliada a la suya ambas se reforzarán y ambas saldrán ganando.
Puede que usted no sepa de lo que le estoy hablando, pero es momento de espabilar.
Debe empezar a tener en cuenta a estos empleados. Es posible que ahora no los reconozca, que no sepa distinguirlos, que su señal sea débil en el radar, pero créame: esto está cambiando rápido y, más pronto que tarde, los descubrirá.


Jefes, empresarios, compañeros de oficina, departamentos de recursos humanos: todos ellos han de prepararse para afrontar este nuevo escenario.
No deben, para empezar, subestimar a ningún compañero o empleado: ese teleoperador con sobrepeso, melena grasienta y camiseta de Star Wars puede ser una celebridad digital, con un millón de followers o 'amigos'.
Y esa secretaria modosita, tan cursi y tan repollo, aunque le cueste creerlo, probablemente administra una de las webs de porno doméstico más visionadas del planeta.


Lejos de desconcertarse, hay que tomárselo como un estimulante reto y una oportunidad de oro para darle valor añadido a nuestra firma o empresa.
Lo que no debe en ningún momento es tener remilgos, por más que usted llegue a pensar que, lejos de potenciar o complementar su marca corporativa, la actividad digital de su empleado pueda colisionar o entrar en conflicto con ella.
Estas prevenciones no tienen sentido. Nuestro consejo, tradicional empresario casposo o joven emprendedor, es que los abrace y adopte con entusiasmo sin pensar en las posibles implicaciones o consecuencias.
De lo contrario, el riesgo que corre es todavía mayor: alienar o perder a uno de sus mejores empleados y perjudicar o incluso quemar su propia marca.


No se deje llevar por prejuicios caducos y arrope sin reservas a su estrella digital: su actividad on line siempre será la suma de un activo positivo para la imagen de su propia marca que, no lo dude un instante, se verá potenciada y con más brillo.
Es un intercambio que los anglosajones llaman de win-win, o ganancia doble: tu marca será más cool, él/ella se sentirá reconocid@, trabajará para ti más a gusto y, en lo suyo, ni te digo.