domingo, 12 de abril de 2009

El mágico influjo de la luna


Hace escasamente unos días que tuvimos luna llena.

Como en cada ocasión desde hace varios años, salgo al bosque y, después de pagar religiosamente mi entrada y subirme al trenecito chu-chú que recorre todo el parque, me bajo en el área "plantas y yerbas mágicas", saco la hoz de oro de mi mochila y comienzo a recolectar artemisa, laurel, romero, salvia...

No hay momento más propicio.
Todas las que he citado -y otras cuantas- son plantas que normalmente ya poseen poderes, extraordinariamente potenciados cuando sus tallos, hojas y flores son bañados por la luz de una luna oronda, más misteriosa que nunca y de magnetismo rampante.

Es la herencia de mis antepasados, los druidas celtas, con quienes hice mi Primera Comunión en el Bosque de los Carnutos. Fue entonces, en aquella inolvidable ceremonia a medio camino entre el picnic informal y el ritual iniciático, cuando me trasmitieron todo su saber y su ciencia. Lo mejor de todo esto es que no soy el único, ni mucho menos un elegido, tampoco un privilegiado: todos somos herederos de ellos y de su conocimiento, lo que pasa es que les dimos la espalda ingratamente cuando una nueva y grosera religión de Oriente Medio llegó y triunfó, hace ya un par de milenios.


Yo no sé por qué insisten tanto en lo de las raíces cristianas de Europa cuando, a poco que uno lo piensa, las verdaderas raíces de Europa son las de las mandrágoras que recogían estos mismos druidas celtas.
Las raíces espirituales de Europa (que para empezar debe su nombre a una vieja leyenda mitológica precristiana) son claramente paganas. Esto es incontestable; lo demás es manipular la historia.

Este continente, en sus orígenes genuinos, perteneció a otros dioses. El dios judeocristiano es un implante posterior, una imposición de fuera, un completo intruso.

Y hay que ver el daño que le hizo a este continente la muerte del dios Pan: siglos de oscurantismo, histeria e ignorancia. Hoy por hoy prueba superada, menos mal, y eso que nos costó lo nuestro emanciparnos de tan nefasta influencia. Pero cuando finalmente lo hicimos, cuando conseguimos divorciarnos mayoritariamente de la religión, este continente, y la humanidad en general, prosperó como nunca antes lo había hecho.
El progreso fue espectacular, sin precedentes: en sólo un siglo, el veinte, avanzamos más que en toda una larga era de sometimiento a los prejuicios, tabús y anatemas religiosos.
Fue una sociedad laica la que pudo empezar a desarrollarse científica, social e intelectualmente, libre al fin de la tiranía que suponía la tutela de la santa madre iglesia.


Aún hoy, en sus últimos y desesperados coletazos, tratan de mangonearnos vilmente, lo que no podemos es dejar que nos sigan engañando con su sectaria visión de la historia. Lo de goin' back to my roots está bien, pero que no se las inventen.
Las bases de nuestra identidad espiritual colectiva son muy distintas de las que ellos nos cuentan.
Parecemos olvidar, con desconcertante facilidad, que antes que curas y monjas hubo druidas y vestales, que antes que una santísima trinidad ya existía un panteón de dioses, que antes de adorar una encina mariana ya se veneraban los robles.

Mitologías perdidas, arrinconadas por el empuje del cristianismo, que han inspirado casi tantas obras de arte, o más, que el cristianismo mismo. Sin olvidar que donde se edificaba una ermita, catedral o iglesia, ya era suelo sagrado mucho antes, yuxtaponiéndose a los restos de dólmenes y santuarios paganos.

Así que no entiendo a los que afirman que Europa, sin la cultura cristiana, no se entiende. Es algo tan fantástico y falso como el dogma de la Inmaculada Concepción, que ni a su mismo dios le entra en la cabeza; seguro que antes de rompérsela tratando de explicar este misterio insondable prefiere ponerse a resolver sudokus. O desentrañar la trama de "Lost", que yo creo que ahora mismo no existe mayor reto intelectual que este.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿No estuvo Ud. en la conferencia que ayer dio en la Residencia de Estudiantes David Atkin? ¿O es Ud. David Atkin?

David Pallol dijo...

Pues no, ni estuve en la conferencia, ni sé sobre qué versó ni mucho menos soy David Atkins;
sólo tengo en común con él el nombre.
Pero si tuvo algo que ver con el tema de esta entrada, supongo que debió ser de lo más interesante.