miércoles, 7 de abril de 2010

En la disneylandia del amor













La luz era rosa.
Y roja y blanca y azul, porque la lámpara iba cambiando de colores.
El cabecero sicodélico, según me contó, "era el regalo de un amigo".
El detalle más fino, con todo, era el ciervo-candelero sobre la repisa de la chimenea y que había comprado "en una tienda de decoración de Saint Moritz".
A lo que yo contesté que para qué irse tan lejos, cuando yo había visto uno muy parecido en una tienda de chinos del barrio...
Pero lo que definitivamente me quitó todo el morbo fue la colección de souvenirs sobre el armario.
"Menuda encerrona. Esto se avisa", le dije, en un tono bastante agrio.
Al ver su cara de desconcierto me disculpé:
"Perdona -dije-, es que estoy un poco nervioso. Nunca en mi vida me había sentido así".
"¿Cómo?", preguntó.
"Como un bombón de caja roja."

1 comentario:

Enrique Hernando dijo...

¡Qué humor! Lo dicho: que te sigo. Enrique