sábado, 23 de octubre de 2010
Neorrabioso en neohooverville
Ha nacido un filósofo. O un poeta. O ambas cosas a la vez. Se hace llamar neorrabioso y a veces, en alguno de sus epigramas, colabora también un tal A. Guijarro. La mayoría de las veces, sin embargo, solo firma él.
Descubrí una de sus pintadas prodigiosas desde el tren, llegando a Príncipe Pío. Concretamente la de “no seas standard”, en el zócalo del kiosco de música que hay en el Parque de la Bombilla, donde ponen el cine de verano.
Fue como un poderoso reclamo. Me sentí tan inmediatamente cautivado que me dije: “Esa pintada se merece que me acerque y le haga una foto”.
Qué poco imaginaba entonces que iba a conocer un repertorio extraordinario de reflexiones del mismo autor misterioso del que ya mismo me declaro admirador incondicional.
Porque cuál no sería mi sorpresa cuando llegué al kiosco y descubrí que, además de esa, se repartían por toda la zona muchas más pintadas suyas: mirando casualmente alrededor, fueron surgiendo otras nuevas, aquí y allá, igualmente inspiradas e inspiradoras.
Abrumado por el despliegue de talento inesperado, me hice, desde aquel momento, fan rabioso de este genio del aerosol literario, quienquiera que sea.
Sus pintadas brillaban como faros en medio de un escenario sórdido y deprimente. En el kiosco de música, para empezar, habían hecho vivac unos sin techo, presentes mientras yo hacía las fotos. No eran los únicos: había otros refugios y campamentos precarios en diversos rincones y en la pasarela sobre las vías que conduce al Parque del Oeste.
La imagen me recordó a fotos de Central Park en los inicios de la Gran Depresión, cuando acamparon en él miles de americanos que se habían quedado sin trabajo, sin dinero, sin casa, sin esperanza, sin futuro.
Desahuciados por la bancarrota del sistema, sembraron el parque neoyorkino de chabolas construidas con latas y cartones hasta cambiar su paisaje por el de una favela y su nombre de Central Park por el de Hooverville.
En realidad, todo Estados Unidos se pobló entonces de hoovervilles, y como sigan así las cosas por aquí, se nos va a convertir todo el país en una inmensa cañada real. Al tiempo.
De momento eso es lo que parece el Parque de la Bombilla con su población flotante de atorrantes. Para compensar, o tal vez para salvarnos, las pintadas de neorrabioso iluminaban ese camping de miseria con su sabiduría y su ingenio.
Sus frases eran como destellos que alumbraban aquel teatro de la oscuridad a plena luz del día con figurantes harapientos.
Un autor fantasmagórico en un escenario de espectros mientras otro fantasma temible recorre Europa, y es el fantasma de Hooverville.
Etiquetas:
cartones,
crisis,
fantasmas,
grafiti,
guerrilla urbana,
literatura mural,
madrid,
parques y jardines,
sintecho
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
neorabioso tiene un par de blogs:
http://neorrabioso.blogspot.com/
y son tan buenos como sus pintadas.
Pues no, no tenía idea... Hay que ver a lo que me está llevando una sola pintada, la que vi desde el tren... Todo un itinerario artístico-biográfico.
Ya hice la primera escala en el parque. Ahora también descubro sus blogs y que, como sospechaba, es poeta.
Con dos identidades, según el grado de terrorismo poético.
Por cierto, visitando su blog, ya he visto que ha reseñado la entrada que le dediqué en el mío, reproduciendo mi texto.
Si le ves, dale las gracias, ahora que sé que es accesible y no un ser escurridizo como Banksy.
Gracias a ti también por ampliarme las coordenadas neorrabiosas.
Publicar un comentario