jueves, 3 de febrero de 2011

En el vientre del arquitecto


Es una lata, pero al final tendré que volver a mudarme.
Mi vida social se ha resentido mucho desde que me instalé en esta casa.
A la mayoría de mis amigos les da asco o grima entrar en ella, así que apenas recibo visitas: casi nadie viene a verme.

No dejo de comprender su actitud. Mi casa es un amplio módulo con jardín dentro de una urbanización construida cuando el último revival de la arquitectura orgánica, hace un par de años.
Mi casa es más bien una masa desparramada e informe, un pegote de apariencia bulbosa e invertebrada que solo puedo comparar con un calamar gigante con Síndrome de Fatiga Crónica.
El arquitecto me dijo que se había inspirado en las fantásticas criaturas de H. P. Lovecraft y H. R. Giger, dos retorcidos artistas del siglo XX.

-Ah, claro, tuve que decir, dándome por enterado.


Los intelectuales, con sus múltiples referencias, me hacen sentir muy ignorante y logran ponerme torpe y nervioso.
Para no hacer más el ridículo, simplemente le dejé hacer. Confiaba en su criterio: me lo habían recomendado varias personas que hablaban maravillas de él.
Lo que no me habían dicho es que era un fanático de la arquitectura orgánica y sus posibilidades imaginativas. Llegó a emplear para los, eh, muros un material sintético que resulta blando y viscoso tanto a la vista como al tacto, con lo cual el exterior de mi hábitat produce repulsión.
Es como un gran monstruo anfibio agazapado.


Mucha gente me pregunta por qué encargué una casa de aspecto tan desagradable.
Yo les explico que me atrajo morbosamente desde que la vi dibujada en los planos del arquitecto.
Cada vez que entro en ella tengo la impresión de ser tragado vivo por un animal enorme y sentirme luego como dentro de sus entrañas.
Lo curioso es que me gusta.

Se lo comenté al arquitecto, que se rió de la ocurrencia y dijo, muy intelectual:

-Justo. Como un Jonás o un Pinocho dentro de la ballena.

-¡Eso mismo!, le secundé entusiasmado, sin tener ni puta idea de quién era ese Jonás y solo medio convencido de que Pinocho había sido, en algún momento de la historia, dictador de Francia.


*Las imágenes pertenecen a la Casa Nautilus, del arquitecto mexicano Javier Senosiain.

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