Hace poco ligué por el chat.
El tipo, de lo más misterioso, me dio su dirección y me dijo: "Una vez aquí, sólo tienes que seguir la luz".
Sus instrucciones me desconcertaron, pero no me eché atrás y decidí ir.
Un taxi me llevó hasta allí. Era de noche y llovía.
Cuando llegué a aquel edificio de apartamentos céntrico y sórdido, le obedecí -no niego que con aprensión y hasta miedo en algunos momentos-.
Afortunadamente, viví para contarlo: sus únicas sicopatías eran sexuales.