martes, 6 de octubre de 2009

Huevos a pares

Este post va de huevos.
De los que han tenido algunos para volver a presentarnos como sede de los Juegos Olímpicos, sabiendo de antemano que la de Madrid era una causa perdida.
Y los que otros les echan para denunciar lo que no ha sido más que una aventura absurda y un derroche escandaloso.


Copio textualmente una carta de lo más lúcida publicada en 20 Minutos el martes 6 de octubre:

“¿Cuánto ha costado esta corazonada?
Bueno, pues aquí estamos, con el mismo discurso que hace 4 años, y los Juegos a Río de Janeiro, como estaba cantado. Y ahora, ¿qué?
¿No estaba superclaro que tras darle a Londres los juegos de 2012 era imposible que los de 2016 se los dieran a Madrid? ¿Qué pasa ahora con esos viajecitos del alcalde por todo el mundo a costa de la dichosa corazonada?
Para rematarla, se marcha todo el séquito a Copenhague ¡una semana antes de la decisión! Total, nada: hoteles, dietas, vino, jamón, cava, etc., y aquí en Madrid se hace otro montaje para seguir en directo el evento, que supongo que tampoco habrá sido gratis.
Bajo mi punto de vista, un auténtico escándalo, mientras el país soporta más de 4.000.000 de parados, subida de tasas (para mí, ya casi confiscatorias) y sarcásticas peticiones de solidaridad.
Agradecería al periódico que publicara lo que nos ha costado la corazonada imposible en estos 4 años, a ver si a alguien se le cae la cara de vergüenza.”

Juan Carlos Martín.

Pero no, a ese easy rider nocturno que es nuestro alcalde no se le caerá la cara de vergüenza; si acaso se le pondrá toda coloradota, que hay que ver cómo se ruboriza el hombre.
Por lo demás, don Alberto aguantará el tipo y aquí no ha pasado nada. El cinismo es virtud principal de todo buen político, y él ha demostrado ser tremendo cínico. O tremendo tonto, que yo no sé que es peor.
O a lo mejor se lo ha hecho, que es lo más probable, porque ya sabía desde el principio, casi al 100%, que con la candidatura de este año iba a hacer el primo.
De perdidos al río, debió de pensar, confiando como buen católico en un milagro imposible, pero mira no, al final lo que nos perdió fue Río.


Se tenía que haber hecho de otra manera, saltándonos quizá esta ocasión y esperando a la siguiente, en la que sin duda habríamos tenido muchas más posibilidades, liberados al menos de la Ley de la Deriva Continental que parece imperar en el COI.
Mientras tanto, nos habríamos preparado a conciencia, corrigiendo carencias, defectos y puntos débiles, reforzando la candidatura hasta lograr un dossier incontestable.
Pero Gallardón, más que esperar, ha ido a la desesperada, como un espalda mojada que intenta cruzar el Río Grande.
Lo que no se puede negar es que le ha echado un buen par de huevos. La suya ha sido una quijotada más en este país de quijotes, un empeño inútil que ha jugado en el proceso con la ilusión de muchísima gente y que ha supuesto, además, un despilfarro obsceno de dinero.
O una necesaria inversión inicial, desde otro punto de vista. Porque no nos engañemos: las Olimpiadas representan proyección y prestigio para una ciudad, pero también un negocio inmenso.
Con lo que iba a ser una fiesta para los de siempre que, con la excusa de los Juegos, se lucrarían a lo grande, repartiéndose el pastel entre trepas, oportunistas, amigotes, un cuñado y algún yerno.

El juego sería el de costumbre: que hay que contratar una empresa de eventos (como el montaje de la plaza de Oriente), pues nada, se le da a un socio mafioso y con bigote, que no veas cómo unta.
Que decidimos externalizar todos los servicios (seguridad, limpieza, parkings, hostelería, etc), cómo no vamos a dársela a empresas de la familia, esa que lleva tu sangre o la de algún don Vito engominado.
Después de los Juegos, es de prever que privatizarían los polideportivos y recintos construidos, como fieras neoliberales que son, en vez de revertirlo a los madrileños como patrimonio público.
Como tampoco se reciclarían en VPOs todos esos apartamentos para atletas de la Villa Olímpica. Seguramente, mediante otra alegre concesión, se adjudicarían a una inmobiliaria afín, que los pondría a precio de mercado, es decir, prohibitivo.


Pese a todo, me encantaría que algún día Madrid celebrara unos juegos olímpicos y se quitara por fin la espinita, pero después de ser más realistas y sopesar mejor nuestras posibilidades.
Y eso que a veces pienso que parece haber algo incompatible entre Madrid y la idea de celebrar unos juegos olímpicos. No sé, es como si fuera una batalla perdida, que aquí no hay carisma para eso, falta esa cualidad o ese espíritu deportivo.
O que simplemente Madrid no es una ciudad olímpica como tampoco es una ciudad gótica.
Es lo que yo he dicho siempre: si quieres gótico, vete a Burgos.

Yo con todo animo a Gallardón a presentarse de nuevo en la siguiente ocasión, que lo mismo se cumple el refrán y a la tercera va la vencida. Total, ¿cuántas elecciones lleva ya Rajoy intentando ser Rey de Uruguay? ¿O era prime minister de España? Bueno, qué más da.
Lo que quiero decir es que al alcalde quizá le falte ser más constante, perserverante, tenaz… Y otro buen par de huevos, eso por descontado, así que, con esa filantropía que me distingue, aquí le dejo yo unos cuantos bien hermosos y bien frescos, por si los suyos los tiene ya con puntillas de lo churruscados.

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