domingo, 26 de junio de 2011

Una de vaqueros



La vida es así de cuca: un día estás viendo por la tele un documental sobre la mítica Ruta 66, con toda su fauna característica y su épica leyenda, y al siguiente te cruzas en la calle con este personaje, un ángel del infierno castizo con doce cascabeles por la carretera, amén de un montón de pijaditas más, bien pegaditas y apretadas, que la moto era una colección rodante de cortylandias en el país de Liliput.

Ante esta fina estampa motorizada, no pude resistir el impulso: aprovechando que había parado en un semáforo, le pregunté si no le importaba que le hiciera unas fotos.
El hombre, pese a llevar en la espalda de su chaleco de cuero el lema Spirit Lóneli, tal cual, demostró ser muy sociable y se prestó encantado, llegando a subirse con la moto en la acera para posar tranquilamente.



Un tipo entrañable, este jinete veterano de Vespa cascada con el aspecto de bazar chino de todo a un euro... O menos. Porque vete a saber en realidad de dónde había sacado tanta guarrería. Su negocio, desde 1975, consiste en la compraventa de tebeos, novelas, cuentos y álbumes, hermoso oficio este de buhonero de la letra impresa en trance, por desgracia, de desaparecer.
Al parecer lleva toda su vida formando parte del paisanaje más pintoresco de la ciudad, pero juro que yo era la primera vez que lo veía. Y me contó que hay un dicho en Madrid que dice 'Quien no conoce al vaquero del Rastro no conoce a su padre'.
Sinceramente, prefiero a Darth Vader.




Por encima de todo, era inevitable no fijarse en la abigarrada y llamativa customización de su moto.
Con el documental sobre la Ruta 66 aún fresco en la cabeza, no pude evitar hacer comparaciones entre los moteros de allí, con su parafernalia de cuero, bandanas y calaveras, y este vaquero del Rastro y su tuning fallero.
Yo creo que lo que aporta la diferencia es el carácter español, tan barroco y amigo de lo folclórico.



Porque seamos indulgentes: a este señor hay que situarle en su contexto, que no es otro que el país que creó a Lladró, los salones de bodas, las flamencas de plástico, las postales con faralaes, las tómbolas de verbena o las películas de Almodóvar, sin olvidarnos de damas de estilismo estridente como Sara Montiel, Marujita Díaz o la Duquesa de Alba.
Y todo eso, quieras que no, marca.

Este vaquero del Rastro, en principio tan estrafalario, es solo producto de su educación estética. Ha tuneado su moto según lo que ha mamado. Al fin y al cabo se ha criado entre personas que aprovechaban las figuritas del roscón de Reyes para decorar el tapetito de ganchillo encima de la tele, junto a los pitufos, los pokemon, los dinosaurios y otros muñequitos de goma de los niños.

Este motero, queridos lectores, no es un friki cualquiera, sino una prueba viviente de cómo a pesar de la crisis, del descontento social y de las circunstancias que sean, el genio del kitsch español sigue prevaleciendo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Great post. I like the old retired lladro pieces and collect them

Anónimo dijo...

I love Lladro and collect them. I particularly like retired Lladro.

Anónimo dijo...

Le conozco,antes tenía una yamaha.
Toma café en atocha cerca del burguer sí kereis conocerle.
Buena persona.