sábado, 13 de agosto de 2011

Ahora sí, jornadas completas
















Cristo tiene muchos rostros.
Y no todos son guapos, sonrientes y, sobre todo, bien nutridos.
Y ay de quien se obsesione morbosamente con el matrimonio gay o el fantasma de un laicismo agresivo y no reconozca a Jesús en el rostro de estos hermanos necesitados.
Derechito al infierno, que es esa incineradora non-stop donde, más que pecadores, van los hipócritas y los mezquinos.

Porque yo no sé por qué todos estos chavales tan devotos y tan dispuestos a movilizarse, venidos de todas partes del mundo, no se han ido con el mismo entusiasmo y fervor a Somalia a echar una mano, o dos.
Con el Papa en cabeza como gran jefe scout de la expedición, aunque sin esos vestidos de muñeca antigua, más bien un poco más de sport, botas Panama Jack y ropa del Coronel Tapiocca.

Pero claro, estos han venido aquí por el jolgorio que, aunque tengan la cabeza llena de blancas palomas, no dejan de ser jóvenes y de hervirles la sangre y más en agosto.
Me encantaría ser un multimillonario americano filántropo, a lo Bill Gates, para costear un serio y riguroso estudio sociológico de esta visita, haciendo especial hincapié en si se disparó entre las mozuelas asistentes el índice de embarazos no deseados y, en general, entre todos ellos, el de enfermedades venéreas.

Hay holiday resorts católicos como Lourdes o Fátima, y luego está este tipo de eventos, que es lo más parecido que tienen a un festival de música en Benicassim o Glastonbury.
Porque lo que esta gente entiende por un testimonio de fe es lo más parecido a seguir a dinosaurios mesiánicos del rock en una gira de grandes estadios.
Y la conclusión es la de siempre: no hay showbusiness como el showbusiness del Vaticano.

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