sábado, 17 de diciembre de 2011

La invasión de los hombrecillos rojos


Jojojojooooó, es esa época del año otra vez. ¿Y qué ocurre? Que se nos llena todo de gnomos venerables de vibrante color rojo, papás pitufo soviéticos o maoístas. La marea verde podría seguir siendo verde que te quiere verde y más marea que nunca, pero por culpa del refresco más universal, se nos convierte en roja. Nada que objetar si nos guiamos por lo que este color significa para los chinos: alegría, fortuna y prosperidad. En el fondo es el más apropiado para estas fiestas.

Que es cuando uno se encuentra con estampas como esta, una auténtica invasión de muñecos de Papá Noel trepando por las ventanas. En algunos bloques, como este de las fotos, lo que parecen en la distancia es un comando de operaciones especiales intentando liberar el rehén que unas milicias terroristas, del Frente Grinch Antinavidad Capitalista, mantienen prisionero en uno de los pisos.


También parecen los miembros de un club de alpinismo urbano, que han decidido practicar escalada en la fachada del edificio. Y, si uno lo piensa bien, colgar a un Papá Noel de la ventana en esa postura incómoda, manteniéndose a pulso durante los 15 o 20 días de navidad (alguno aguanta así hasta febrero), es un poco como hacer vudú con el personaje.

Alguno he llegado a ver colgado bocabajo, en esta fachada sin ir más lejos, lo que no sé si equivaldrá a una especie de misa negra navideña.


Impresiones aparte, a mí esta escena lo que consigue es intranquilizarme. Viendo los muñecos ascendiendo piso a piso, me entra como un punto de aprensión. Hay algo inquietante en los muñecos, y siempre, en la trastienda oscura de nuestras mentes, pensamos que quizá puedan cobrar vida en algún momento.

Si todo se quedara en Toy Story, vale, pero es que también está Chucky. O las pelis de terror vieja escuela: si hay algo en ellas que me cruje a escalofríos es ver cómo se mueven los ojos de una muñeca victoriana sobre la mecedora o la repisa de la chimenea.


Este repelús atávico a los muñecos y sus muecas espeluznantes es lo que hace que, al ver esta fachada salpicada de ellos como garrapatas, se me ponga el vello de punta.
Sí, en teoría son solo eso, inofensivos muñecos, pero a mí me pasa que la fantasía se me desmadra como un potro desbocao y, con ese punto paranoico que tengo, de repente, más que de sonreír con ternura ante este simpático display navideño, me entran ganas de llamar a la policía o a un número de emergencias para decirles, con voz entrecortada por el miedo, que un ejército de diminutos hombres rojos escala la fachada de mi edificio con vete a saber qué intenciones.

Uno de ellos, en este mismo instante, señor agente, se está asomando por la ventana. Y no me gusta nada su expresión, esa máscara de 'vengo a traerte la felicidad' que en realidad esconde la mirada de un duende maligno.
Así que por favor, vengan cuanto antes, que aunque he atrancado todas las ventanas, estoy solo en casa, con muchísimos objetos de valor sentimental y al borde de un ataque de nervios.

2 comentarios:

Kászon Kovács dijo...

¡brillante!
he puesto en enlace al post en el campo "hoy recomiendo" para esta semana en la columna dcha de mi blog.

David Pallol dijo...

Gracias! Y feliz navidad ;)