viernes, 30 de marzo de 2012

El dulce nombre del buzón


No, no es el nombre de una empresa de gominolas de colores o de sirope de arce. Es el muy particular nombre de una particular, residente en el barrio de Vallecas.
Al parecer, por lo que me contó un espía de Corea del Norte infiltrado en el edificio (en realidad un vecino que prefiere permanecer en el anonimato), se trata de una mujer filipina, esa ex colonia española que nos dio el mantón de Manila y... Bueno, eso, el mantón de Manila.

No me digáis que no llama la atención y que no es candoroso y dulce. Empalagoso, incluso. Es posible que no sea ni apto para diabéticos. Pero también es muy cierto que viene a poner un poquito de azúcar entre tanta amargura y eso, quieras que no, se agradece. Te endulza el ánimo con un momento chuchería de felicidad naif, y todo vuelve a parecerte bonito, una especie de país multicolor. Te trasporta incluso a la infancia, y es como volver a estar delante del televisor viendo un capítulo de Candy Candy.


Preciosa Jarabe es un nombre que deja al pronunciarlo un regusto a muñeca con lazos y a piruleta. ¿Quién se enfadaría con ella si fuera lideresa y aplicara algún recorte? Nadie. Como cantaban en Mary Poppins, con un poco de azúcar esa píldora que os dan pasará mejor.
Ya se sabe que a nadie le amarga un dulce. Con un nombre así, imagino, uno tiene todas las puertas abiertas. Un nombre así es un caramelo. Yo solo espero, por una vez, algo de coherencia en este mundo y que Preciosa Jarabe tenga un carácter tan dulce como su nombre; lo contrario sería una gran decepción.
Aunque no me extrañaría una pizca: conociendo los sarcasmos a los que tan aficionada es la vida, seguro que la Preciosa Jarabe real no tiene nada que ver con la de la etiqueta Dymo y es una gárgola amargada y borde.

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