miércoles, 23 de septiembre de 2015

Hippy hippy shake


A baile del verano ya llega tarde, aunque esto más bien va de hacer una reparación histórica. 
Con los hippies. 
Porque se lo merecen y porque ya era hora. Son los grandes despreciados, los aborrecidos, los apestados. O apestosos, para quien piense de ellos que no fueron sino los primeros perroflautas. Normal: todavía existe mucho prejuicio contra ellos. 

Antes, hace años, el prejuicio era tamaño Godzilla y yo mismo me dejé atrapar: en su día los detestaba a muerte. Me parecían desfasados, ñoños y ridículos. Me daban el mismo yuyu que los tunos. Y no solo a mí: la consigna entonces era matar hippies en las Cíes
Una consigna muy punk, muy de romper con el pasado, es decir, la década anterior, que tampoco había que irse más lejos. 
Por eso, cuando era tinajero y bailaba sin salir de casa aquella canción de Yazoo, Goodbye 70's, mi único deseo era perder a los hippies de vista. Me daban casi tanto asco como las cucarachas.



Pero uno evoluciona, menos mal, y un día se da cuenta de lo equivocado que estaba. De lo mal que los hemos juzgado. De que no se merecen tanto descrédito. Les debemos mucho a los hippies. Nuestra vida actual casi no se entendería sin ellos y su legado. 
Todos venimos de los hippies, no solo los hermanos Phoenix, Winona Ryder o Keanu Reeves. Por eso hay que reivindicarlos. Los hippies son nuestros padres espirituales en tantas cosas que parece mentira que los sigamos despreciando como zarrapastrosos de pies descalzos, pelo largo, abalorios hopi y olor a pachuli.

La herencia hippy es demasiado importante como para menospreciarla. Hemos sido muy injustos con ellos. Les debemos demasiadas cosas. Cosas hoy más que normalizadas o asumidas, como el hecho de que practiques yoga, prefieras la medicina alternativa o coquetees con el budismo o la religión wicca
Esto se lo debes a ellos, como también les debes la misma palabra hipster, el 'No a la guerra', Ibiza, el look étnico, el atrapasueños, la ropa unisex y el primer verano del amor. O el que puedas proclamarte vegano acérrimo, ya que tu causa la iniciaron ellos, los primeros cruzados del vegetarianismo. 



Las nuevas colonias rurales autogestionadas y ecológicas se inspiran en aquellas comunas jipis de California y Nuevo México, como también fueron los hippies los que abrieron brecha en la cada vez mayor tolerancia social hacia el uso de la marihuana. Ellos fueron los primeros apóstoles de la sagrada yerba, los primeros que se jugaron el tipo por ir por las calles de Frisco fumando un petardo trompetero canturreando pastosamente a Bob Marley.

Con los hippies las drogas dejaban de ser tabú: experimentaban con ellas, buscaban expandir la mente, tener experiencias místicas; fueron los primeros narconautas. 
De ahí derivó toda esa filosofía del buen rollo, el peace and love que luego la cultura rave completó con unity and respect, pero el sentimiento de comunión casi tribal es el mismo: en unos bajo la cúpula de la música electrónica y las drogas de diseño; en otros, los pioneros, experimentando por primera vez y sin tapujos con las drogas sicodélicas mientras escuchaban acordes de sitar. 



Un sitar que, desde entonces, no ha dejado de sonar en la música pop. Es la huella imborrable de los hippies, como también lo es comprarse la ropa en tiendas de segunda mano: algo que también empezaron a hacer ellos, movidos por su rechazo visceral al consumismo.
Todos ellos nuevos estilos de vida que los hippies adoptaron, hoy de lo más mainstream -peor aún, reducidos a postureo- pero en su momento de lo más trasgresores y alternativos. Y a lo mejor es retorcer las conexiones, pero que hoy exista una forma de tomarse el sexo sin tabús, el hecho de que puedas entrar en Grindr o Tinder y ponerte las botas, se lo debes a ellos y su revolución del amor libre. Que vino acompañada de la liberación sexual de mujeres y homosexuales.

Casi nada. No es de extrañar que los conservadores lleven desde entonces como perros rabiosos: los hippies les desmoronaron el mundo, tal y como lo habían conocido hasta entonces. Los hippies cuestionaron por primera vez el patriarcado, el sistema, la autoridad. 
Reducir el fenómeno hippie a estampados de flores, cintas en el pelo y Mamas & The Papas es hacer de él una caricatura intencionada.
Como ha quedado demostrado en este post, los hippies fueron mucho más que todo eso.
Los hippies, sobre todo, nos trajeron libertad.

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