miércoles, 2 de abril de 2008

Paisaje con tsunami

En la misma residencia de ancianos a la que pertenece el ascensor que fotografié encontré este cuadro inquietante.
Cuelga en una de las paredes del hall del primer piso.
Es un óleo malo y barato que representa un bucólico paisaje a la orilla del mar.
Arriba puede verse una foto del cuadro completo.
A simple vista parece una composición apacible y burguesa, pero esconde un detalle escalofriante, un detalle en el que no reparas de inmediato y que, al notarlo, da la vuelta al cuadro y lo colma de desasosiego...
La amenaza fantasma de repente cobra vida ante tus ojos:

Es una ola gigante que avanza amenazadora hacia la orilla.
El tsunami puede apreciarse perfectamente en la foto de arriba.
Lo coronan dos rizos de cresta espumosa que parecen las fauces abiertas de un monstruo marino, dispuestas a engullir todo lo que se les ponga por delante.
Es una fuerza desatada de la naturaleza que, aunque burdamente pintada, impresiona.
No me gustaría estar tumbado en la playa y encontrármela de frente, desde luego.

Ante la tragedia que se avecina, ¿qué suerte correrán los habitantes de la casita cerca de la costa?
Con un poco de suerte, los de Protección Civil ya los han evacuado... O quizá no y continúan con sus quehaceres diarios, totalmente desprevenidos.
En ese caso, sería una putada.
Imagina que estás tranquilamente sentado en la taza del váter leyendo el Cuore, o jugando al tenis con la Wii o actualizando tu blog con catástrofes pintadas en cuadros ramplones y, ¡SPLASH!, de repente, sin darte tiempo a asimilar el chapuzón fatal, una masa líquida se te echa encima y te aplasta y te arrastra como a un diminuto insecto.
Una muerte desagradable, no lo discuto, pero también grandiosa y dramática, digna de una primadonna.
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No sé quién será el autor de este cuadro misterioso.
Al mirarlo me preguntaba qué alma enferma había pintado ese anticipo por segundos de un cataclismo… Si acaso era un pintor maldito, demente y misántropo que, en su odio hacia la humanidad, proyectaba sobre ella toda clase de calamidades en sus cuadros.
O tal vez el “artista” se había inspirado directamente en la realidad y reflejaba una vivencia personal.
A lo mejor el lienzo era obra de uno de los abueletes de la residencia, uno que viajó a Tailandia en diciembre de 2005, a practicar un poco de turismo sexual, y vivió para contarlo…
Y claro, la impresión fue tanta que tuvo que plasmarla en un cuadro, el mismo que hoy contemplamos.
Porque, ya que lo comento, la casita tiene algo de choza nativa y la lujuriosa vegetación recuerda mucho a la tropical...
En fin, vete a saber.
Mientras todo son especulaciones, el cuadro y su enigma siguen ahí.
Sorprendiendo y cautivando.

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