sábado, 28 de junio de 2008

Huéspedes del limbo


El limbo.
¿Qué cosa será eso?
Siempre me ha fascinado la capacidad de los teólogos católicos para especular y elaborar mil teorías, a cual más fantástica y enrevesada, sobre lo que no existe.
La nada.
Pero no contentos con ello, hasta la compartimentan en distintos niveles, como si fuera un corteinglés, con directorio en la primera planta.
Está el cielo propiamente dicho, está el purgatorio –que es como una especie de zona de tránsito para los que han pecado, pero no mucho- y, compartiendo estatus igual de etéreo e indefinido, el limbo.
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Se supone que era el olvidadero donde iban a parar las pobres almitas de los niños muertos sin recibir el bautismo, lo que les privaba de salvación.
El limbo supuso una mejora en el destino de estas tiernas almas sin redención. Uno de los padres de la Iglesia, San Agustín, que no tenía nada de paternal, las condenaba directamente al infierno.
Después, unos siglos más tarde, se empezó a hablar del limbo como de un lugar donde todos estos niños precozmente fallecidos iban a parar, privados de la visión de dios, pero donde al menos no sufrían horrorosos tormentos.
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Lo del limbo, de todos modos, nunca constituyó un dogma y, en una reciente restructuración de lo que nos espera luego, la Iglesia Católica decidió suprimirlo.
No encajaba muy bien con la presunta misericordia de Dios y, por otra parte, había alarmantes problemas de overbooking dada la ingente cantidad de niños que mueren sin bautizar.
Así que nos quedamos con el cielo a secas, sin otros departamentos.
Es una pena, porque el concepto tenía algo de recinto infantil del MacDonalds o del IKEA, una especie de guardería celestial, supongo que concertada, donde gateaban y berreaban las almas de todos los bebés que no habían sido limpiados del pecado original.
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Lo que no podemos es dejarnos llevar por la tristeza, pensar en todas estas criaturas como estrellas fugaces que brillaron un tiempo y se extinguieron sin más. Que las suyas fueron existencias breves y sin sentido que ya jamás podrán tener una segunda oportunidad.
Pues bien, algunos la tienen. Y te permiten tenerla a ti, con lo que todos salimos ganando.
Me explico.
Contemplando la tumba con el osito de peluche, me acordé de Chacal y de cómo Edward Fox usurpaba la identidad de un niño fallecido a poco de nacer para crearse una nueva, aprovechándose del limbo legal, con todos los documentos en regla.
Yo he hecho lo mismo. Fui al ayuntamiento de Pozuelo y pedí la partida de nacimiento de María González Cela. El resto fue pan comido: DNI, pasaporte, tarjetas de crédito...
De modo que ya no soy David Pallol, sino María González Cela.
No, no se trata de transexualismo tardío. Si fuera eso, ya habría contactado con la Junta de Andalucía para que me subvencionaran la operación.
Tan sólo es una estrategia de supervivencia.
Estoy condenado a muerte en siete sistemas solares, y esto, al menos, me dará un respiro por algún tiempo.

3 comentarios:

habieru dijo...

A ver si nos vemos pronto y me enseñas ese nuevo DNI... sería el anonimato multinick de internet llevado a la realidad y seguro que no hay tantos problemas de usuario ya cogido ;)

Cuídate!!

Anónimo dijo...

Ruego borre inmediatamente esas fotos de la lápida de la niña, al igual que todas las referencias a la misma, por respeto.

David Pallol dijo...

Pero si la niña está encantada con aparecer en mi blog!
Me lo ha dicho ella misma, en una jovial sesión espiritista, que para eso soy un poco médium.
Como ella me dictó ouija por medio, "Viví demasiado poco para disfrutar de mis 15 minutos de fama... Y ahora los estoy teniendo! I'm loving it!"
Yo lo que pido es un poco de respeto hacia sus deseos...