domingo, 9 de noviembre de 2008

Chemtrails


La traducción más aproximada sería estelas o trazas químicas, y se trata de un fenómeno relativamente reciente, observado desde hace pocos años en nuestros cielos.
(Muchos afirman que era prácticamente inexistente antes de los años 90.
Nada que objetar. Con esto no sucede como con los platillos volantes o las armas atómicas, artilugios de los que pueden leerse ambiguas referencias en ancestrales libros sagrados como la Biblia o el Mahabarata).


La interpretación que los más aprensivos hacen de estas caprichosas formaciones de nubes es tajante: estamos siendo envenenados, expuestos a sustancias incógnitas, bombardeados con partículas sospechosas, veladamente irradiados, sometidos a quimoterapia oculta.
El mensaje es espeluznante: al parecer se nos espurrea subrepticiamente con todo tipo de componentes nocivos, cuando no con microrganismos letales. Nos están fumigando como a un campo de lechugas, no se me ocurre otra comparación más gráfica.


Para una mente racional y escéptica, estas mallas de nubes no son sino estelas de condensación o cirros, un fenómeno del todo natural.
En cambio, los paranoicos amantes de las teorías conspirativas más extravagantes descubren en ellas una sombra de sospecha, un propósito misterioso o un expediente clasificado, a salvo de la opinión pública.
Los motivos, según ellos, son diversos: detener o paliar el cambio climático, lo que no deja de ser altruista, y el más alarmante de todos: experimentar con una población desprevenida.
En cualquier caso, o bien se distorsiona el medio con elementos extraños o bien se nos manipula directamente a nosotros, todo esto sin darnos cuenta.
Es muy probable que tengan razón. No ya sólo porque se hayan detectado porcentajes de bario y aluminio -sustancias ambas venenosas- en estas trazas químicas o chemtrails. Es del dominio público que, en la década de los 50, en pleno clímax de la Guerra Fría, el gobierno de los Estados Unidos ensayó en la población -su población- los posibles efectos de un ataque bacteriológico: difundieron diversos virus y bacterias por los sistemas de aire acondicionado de estaciones de tren y autobús del Medio Oeste -inmenso campo de pruebas-.
Todo ello con un fin: establecer el ratio de velocidad con el que uno de estos bichos se propagaba entre la población y a través de una determinada área geográfica.


Yo, la verdad, no sé quién se está molestando en cuadricular el cielo con este Excel aéreo de oscuras intenciones. Ni si nos están rociando con etéreos agentes naranja, pesticidas raros o fósforo de colores: total, por unas dosis más de todo esto, no voy ahora a preocuparme.
A mí lo que me preocupa estos días es cómo se va a refundar el capitalismo en la Cumbre de Washington.
Y me preocupa porque dudo muy seriamente que alguien sea capaz de domesticar a una fiera tan sumamente depredadora y perversa, si es que realmente existe una posibilidad o un interés real -que lo dudo más todavía- en desbravar o al menos poner bozal a este monstruo de mil cabezas que todo lo devora especulando sin piedad y aplicándole un interés sangrante.
O lo mismo me equivoco y lo trasforman en un adorable gatito... Pero no creo: mi margen de error, me temo, es demasiado grande.

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